Nos acostamos en mi cama y una ansiedad me llenó el pecho, giré mi cabeza desconcertado, su boca estaba sellada, no parecía entrar suficiente aire en su pecho, podía ver las aletas de su nariz temblar... su cuerpo descendió sobre mi espalda, su peso me recordó la poderosa musculatura de sus brazos, de su torso, de sus piernas. Como también me recordó lo borracho que estaba. Tuvimos sexo y después nos quedamos dormidos abrazados el uno al otro. Me parecía lindo, me gustaba. Pero removía dentro mío un sentimiento tan... lejano.
- Estuvo bueno, no?
Me preguntó Agustín, mientras se ponía el pantalón al pie de la cama.
- Sí... estuvo bueno. Ya te vas?
- Los amigos comparten secretos, eso es lo que nos mantiene unidos.
- Eh?
- Eh?
- Dijiste algo?
Me miró desconcertado ante mi pregunta.
- No, que me tengo que ir a laburar. Me abrís?
Le abrí la puerta, y me senté en la cama. Después me acosté. No estaba ebrio, pero todo parecía querer girar y dar vueltas sin parar. Miré el techo varias horas y no pude dejar de sentir angustia. No quería recordar este verano, no quería. Hice fuerza, y aun así, no quería.
Pasé tres días haciendo cosas de la facultad, alejándome de los chicos. No entendía por qué volvía nuevamente a lo mismo, no quería entenderlo tampoco.
Nicolás seguía igual de mal por lo de Santino, y aun así yo no podía contarle lo que había pasado. Nati estaba arreglando un par de problemas en su casa, quería compartir tiempo con su papá. Juan estaba tratando de encontrarse a sí mismo después de cortar con el ex, y seguía aprendiendo cosas relacionadas con el tarot, porque hasta él se asumía como 'brujo', o eso parecía... Y Flor, Pau y Lu estaban ocupadas con cosas de la facultad. Así que me pareció optimo y prudente seguir su ejemplo.
La angustia seguía carcomiendo mi conciencia, no podía soportarlo más. Sobre todas las cosas no soportaba tener que disimular frente a los que quería...
Ese Miercoles fuimos todos a la casa de Pau a tomar mates, y Nicolás seguía ahí, sentado en el sillón de cuero blanco, mirándome, siempre sonriente, como si no pasara nada.
- Qué pasa?
- No te hagas la puritana, dale, contá que pasó con Agustín.
De repente tenía a todas las miradas sobre mí.
- Nada, fuimos a casa, garchamos. Nos quedamos dormidos, y se fue. Por?
- Porque no paraste de preguntarme por él en estos días por Facebook, qué onda? Te enganchaste?
Me preguntaba Juan mientras me pasaba el mate. Me sentía obligado a contestar algo. Ni se imaginaban que lo mío con Agustín fue simplemente por otra cosa, después lo comprendí. La mezcolanza de sentimientos en la que estuve atrapado aquella noche me hizo una mala jugada.
- No, no me enganché, para nada. Sino les digo...
- Y entonces?
Preguntaba Flor desde la cocina.
- Nada, no me enganché. En serio.
- Ay, se hace la boluda, lo único que faltaba ahora.
Estallaron risas. Aunque el único que no reía era yo. Entre mates, y charlas quedamos en salir nuevamente a la noche. Me vendría bien, no soportaba tener estas contradicciones conmigo mismo. Hacía noches no dormía, y hace otras que no podía comer otra cosa más que pan con manteca.
- Pablo se fue de viaje por tres semanas. Me dejó su depto. El finde hacemos previa en su casa?
Todos dudamos. Sobre todo yo. No me sentía con animos de salir.
Aun así, cayó la noche del jueves y como Marie seguía de viaje, y nos quedaba más cerca, hicimos una previa alocada en casa (como siempre), salimos a BuleBar. Siempre nos gustaba ir ahí porque trabajaba la 'Juampi', así le decíamos a Juan Pablo Fuhr, un conocido que además de ser el Dj, una que otra vez nos regalaba tragos.
La música podía escucharse desde cuadras atrás, y aunque no había mucha gente, nos bailamos todo. Los chicos ya habían notado que algo me pasaba, porque me tomé una botella de vodka solo, y seguí con la cerveza. Cuando quise acordar, estaba bailando con un chico y con Flor, haciéndole 'sanguchito', mientras llamaba a los demás para que se sumen. Cuando de pronto, corrí a un pequeño patio a vomitar. Flor y el chico x, me acompañaron.
- Estás bien?
Preguntó Flor, pero justo cuando había comenzado a mover la boca para responderle, la suya estaba ocupada intercambiando saliva con el chico. Estallé a carcajadas y me atreví a recordar.
- Y Diego? Vos no estabas con ese chico de Roque Perez? No entiendo nada.
Flor me lanzó una mirada de complicidad, seguida de un 'sh' alargado, y le tomó la mano al chico x y se lo llevó adentro.
Inmediatamente sentí una puntada debajo de la ultima costilla derecha, y empecé a sollozar. Me quedé sentado afuera, sobre un pilar de ladrillos esperando a que se me pase el dolor mientras fumaba un cigarrillo. Cuando empecé a escuchar ruidos en la parte trasera de ese patio, me asomé por atrás de un mural y lo vi, estaba parado frente a mí, con su camisa celeste, me miraba fijo. No pude evitar gritar, sobresalté tanto que me quemé las manos con el cigarrillo y empecé a llorar. Miré de nuevo y había desaparecido.
Me fui a casa, no soportaba más el dolor. Me recosté en la cama y me puse a pensar, a replantearme si estaba bien lo que hacía. Hacia semanas que Nicolás venía preguntándome si las cosas iban bien y yo no sabía que decirle, ni siquiera yo entendía hasta qué punto iba a seguir resistiendo. Quise dormir, pero los gritos y el ruido de la cama de los vecinos de arriba, me taladraban la cabeza. Me senté en la cama y puse mi cabeza entre mis manos. Vi un papel de lejos. Me paré, y cuando lo tomé, decía 'Oh baby, it's a wild world, it's hard to get back just upon a smile -IR'.Estaba de más pensar en quién lo había escrito. Inmediatamente lo hice un bollo y lo tiré contra la pared y me acosté en la cama a llorar. Necesitaba a Marie, si había alguien a quien contarle lo que había pasado, era a ella.
Pasaron dos horas y me levanté. Caminé entre el desastre que era la sala de estar, y vi todas las botellas sobre la mesa. Me aferré a la del vodka y empecé a tomar mientras ponía musica fuerte en la pc. De repente me veía a mi mismo mirando Bob Esponja en Youtube y riendo a carcajadas, pero, después noté que algo raro estaba pasando en mí. Me puse de pie para caminar a la cocina y el dolor debajo de la costilla empezó a doler de nuevo. Me tiré al suelo, y cuando me subí la remera, esta vez era un pequeño bulto. No podía ni tocarlo, me dolía igual o más de lo que me dolía el alma por aquellos días.
- Querés que te ayude? Ya sabés, solamente tenés que decirlo.
Era él otra vez, con su mirada penetrante. Me miraba desde arriba, yo no sabía que decir. Me tapé los ojos con las manos y cuando las quité, ya no estaba. Tenía miedo, mucho. Por qué aparecía? Por qué?
Eran las tres de la tarde cuando decidí agarrar la campera y empezar a caminar por las calles platenses. Seguía ebrio, valía rescatar, pero la gente no podía notarlo por las gafas, o eso creía.
El cielo estaba encapotado, me sentía raro. Me seguía doliendo debajo de la costilla, pero resistí. Caminé mucho, y pasé cerca del edificio en donde vivían Flor y Juan. Les toqué timbre a ambos y no me atendieron. Seguí caminando y llegué a la estación de trenes. Pensé en tomarme un tren hasta Retiro, mirar un par de vidrieras, e iba a volver. O por lo menos ese era el plan.
Me senté cansado en uno de los asientos fríos de cemento, y prendí un cigarrillo. Sonaba Karma Police de Radiohead en mi celular, y dio justo al blanco con la situación que se avecinaba. La gente pasaba lentamente, muchos me miraban, yo sonreía. Era lo único que se me ocurría. Hasta que un chico morocho, de ojos grandes, rasgos lindos, flaco, alto, se sentó a mi lado. Me había llamado la atención, no solamente porque estaba increíblemente bueno, sino porque generaba intriga, desde su vestimenta, hasta su rostro. Lo miré fijo.
- Te conozco de algún lado?
Hizo una curva con su sonrisa mientras armaba un faso.
- Vas a tener que esmerarte más.
- No, no estaba intentando chamu... ya fue.
Miré para otro lado decidido a darle la espalda. Cómo sabía que era gay? Por qué se había sentado ahí conmigo? De pronto se empezaron a cruzar varias miradas entre unos chicos que se encontraban en lados opuestos en la sala, y todo derivó en que empezaron a pelearse. Se armó mucho lío e intervinieron los guardias de seguridad para separarlos, y cuando me puse de pie y miré a mi lado, ya no estaba. Tampoco estaba mi celular. Lo vi entrando a la sala y lo vi consultando la cartelera del recorrido del tren.
- Hey. A dónde vas?!
Le grité a una poca distancia haciéndole entender que estaba enojado.
- No sé, no lo tengo decidido todavía. Vos?
- Me devolvés mi celular?
Seguía sin mirarme, con los ojos atentos a la cartelera.
- Lo voy a pensar.
Comencé a meter las manos en los bolsillos de su saco, mientras él hacía la fuerza contraria para alejarme. Dejó caer accidentalmente la piedra de marihuana de su bolsillo, y me aventajé a tomarla rápido. Sonrió mientras abría los ojos grandes.
- Dámela.
- Vos mi celular. Son flores?
Preguntaba mientras me sacaba las gafas, y seguía tratando de disimular mi estado de alcoholismo.
- Sí. Nunca en la vida probé algo mejor que eso.
- Fumemos. Ya fue.
Me miró, y largó una carcajada.
- Qué? No sé ni quién sos.
- Va a ser divertido.
- Divertido? Solamente quiero salir de esta aldea.
Sonreí.
- Sí, yo también odio esta ciudad...
Suspiró. Hablamos un poco más y nos entendimos. Nos tomamos un micro hasta casa y dejó el enorme bolso que llevaba con él. Era incomodo, estaba recorriendo la ciudad con un desconocido que por una extraña razón, me caía bien. Llegamos hasta el bosque, en frente del museo y nos sentamos a orillas del río y lo prendimos. Me miraba fijo, me intimidaba, pero me gustaba simular que tenía la situación al mando.
- Y qué vamos a hacer después?
Preguntó mientras le daba un beso al armado.
- No lo tomes a mal, pero si querés pasar el día conmigo, vamos a tener que hacer un par de reglas. No te voy a decir mi nombre, no vamos a hablar a futuro, no vamos a hablar del pasado y si te llego a encontrar mañana por la calle, te voy a ignorar. Tengo problemas personales, y calculo que vos también.
Se quedó mirándome fijo, y sonrió. No lo podía creer. Quizás nunca en la vida se había cruzado con alguien que le fuera tan sincero y que únicamente buscara celebrar un día, bueno, yo sí.
- Está bien... carpe diem, aprovechá el día, te acordás?
- Qué? Qué dijiste?!
Se le borró la sonrisa que había creado en un instante. Y se asustó.
- Nada, no dije nada. Dije que estaba bien. Por qué? Qué flashás?
Ignoré el pensamiento, y sonreí. Tomé sus manos y contesté mientras reía de forma macabra.
- Nada, no pasa nada. El día es nuestro.
Intercambiamos un par de miradas, y me miraba expectante, sonriendo, no entendía el por qué.
- Pasa algo?
Le dije mientras me acostaba en el césped húmedo.
- Me hacés acordar a alguien, lo único. Y me gusta. Che, esto no pega, no?
Entrecerré los ojos por el sol, y él seguía ahí, sentado, mirándome.
- No, capaz que hay que esperar. O capaz que un licor ayuda, me olvidé el vodka en casa, compraría otro pero... ando seco.
- Por qué necesariamente hay que comprar?
Entramos a un almacén que quedaba por la calle 1, los chinos nos miraban con recelo y había un par de cámaras que nos monitoreaban en caso de que corrompiéramos 'la ley'. Era un ambiente extraño, una china con un bebé y otro chino lavando el piso. Empecé a hablarle al bebé y distraje a la china para que mi compañero pudiera tener más agilidad a la hora de robar. Sonó el teléfono y el chino se puso a hablar en su idioma con alguien que desconozco y aproveché para robar una petaca de un licor al azar que encontré a mano. Volteé para buscar al chico de los ojos profundos, y lo único que encontré...
- Está mal lo que estás haciendo, sabés?
Era él de nuevo, era él. Y esta vez no se iba, me miraba penetrante y estaba a una distancia bastante cerca de la mía. Me quedé paralizada, hasta que empecé a escuchar a mi compañero haciendo sonidos raros con la boca, cuando me di vuelta tenía a un chino detrás de mí. Pero siguió sonando el teléfono y corrió a atenderlo. Cuando íbamos saliendo sigilosamente del negocio, a él se le cayeron varias cosas del bolsillo y unos policías empezaron a corrernos hasta que nos perdieron.
Llegamos a una plaza y nos sentamos abajo de un árbol.
- Idiota, nos pudo haber agarrado.
Le dije mientras se reía a carcajadas. Era obvio y evidente que las flores habían hecho su efecto.
- Cuál es el objetivo de chorear si no vas a disfrutar de la persecución?
- Sos una mala influencia, me corrompés.
Se rio, compartimos una mirada cómplice y nos sentamos. Abajo de mi costilla empezó a doler de nuevo. Sollocé.
- Ey, estás bien?
- Mirá, ves el bulto que está ahí? Me re duele.
Miró donde me dolía y ni se inmutó.
- Uf, sí. Qué sé yo.
No entendí si estaba siendo irónico o si estaba diciendo la verdad.
- Ya habías robado antes?
Le pregunté mientras me comía un turrón.
- Casi todo lo que tengo es robado. Es como una costumbre.
- Bueno, dame tu collar.
Me miró fijo, tomó el collar con la punta de los dedos y su cara cambió.
- Em, no. Este es distinto, es un regalo. Me lo regaló mi hermano. Todo lo demás... una mierda.
Me paré sobre el banquito y comencé a pensar, a sentir el viento, mientras la gente pasaba y me miraba extrañada.
- Vos no sos real, vos sos como uno de esos cuentos que nos contaban cuando eramos chicos... em, Robin Hood?
- Robin Hood?
Me dijo extrañado y asombrado a la vez.
- Robin Hood, con el que choreamos una tienda, fumamos flores y lo conocí en la parada del tren. ¿Y quién dijo que Robin Hood unicamente robaba para los pobres? Bah, capaz que yo soy pobre, pero, no sé. Che estoy hablando banda.
Mi voz se había ido acelerando a medida que continuaba mi relato.
- Eso te iba a preguntar, cómo están mis ojos?
Los miré fijos, y nos miramos serios quince segundos. Empezamos a reir a carcajadas y le dije que estaban bien, muy bien. Que nunca habían estado mejor. No resistí y le di un beso. Se quedó extrañado mirándome.
- Y eso? A qué fue?
Me arrepentí, y empecé a mirar el suelo buscando alguna explicación. Había sido más un impulso, que otra cosa.
- No sé... me... pintó.
- Pero entendés, no? Que yo... soy hetero?
- Sí, sí, obvio entiendo.
Preferimos hacer como que nada pasó, y continuamos pasando el día hasta que se hizo la noche. Habíamos pasado un excelente día, y lo que más costó fue despedirnos. Fuimos a casa a buscar las cosas, y lo invité a quedarse unos días conmigo. Primero, porque tenía miedo, tenía miedo de que se me siga presentando, tenía mucho miedo. Y segundo, realmente me caía bien y sentía que estaba desamparado. Al principio, lo dudó, pero después asintió y decidió quedarse. Le hice la cena, una tarta de jamón y queso y mientras cenábamos, fui claro.
- Si te vas a quedar conmigo unos días acá, por lo menos dejame saber tu nombre.
Hizo un juego irónico con sus gestos, y me respondió.
- Matías. Vos?
- Nacho. Cómo sé que me estás diciendo la verdad?
Dejó los cubiertos sobre el plato, y empezó a revolver su mochila.
- Mi DNI, te lo muestro.
Me mostró el DNI y supe que se llamaba Matías Di Nella, que tenía 22 años y que era platense. Y ahí, fue el comienzo de toda nuestra relación.
Con respecto a mi celular, él juraba que no lo tenía. Así que decidí dejar la cosa ahí. Habían pasado tres días y había faltado a la facultad, así como también había dejado de ver a los chicos. Nicolás sabía que estaba viviendo con Matias, que era mi nuevo amigo, y después de eso, no sabía nada más. No tenía celular, había dejado de abrir Facebook y Twitter. Había dejado todo. Con Matías nos quedábamos hasta tarde tomando vodka y fumando flores, mientras hablábamos de cosas superfluas sobre teorías del fin del mundo, y un par de pavadas más. Con respecto a lo otro... había dejado de verlo, pero había empezado a soñar con él. Y me aterraba.
Me despertaba a las dos de la tarde todos los días y Matías no estaba. Salía por la mañana y al mediodía traía cosas para comer, y cocinaba. Era linda su compañía, aunque no tachaba del todo la angustia.
- De qué te escapás?
Le pregunté un día que estábamos sentados en el balcón mirando el cielo. Su cara cambió, destilaba tristeza.
- No sé. De mí, de todo. No tengo muchos motivos para querer quedarme. Y si empezamos con el interrogatorio, qué te pasa a vos? Estás como... deprimido.
No le respondí. Entré adentro y me hice un té. Tocaron timbre y le pregunté si podía atender, cuando alzó el portero era Nicolás. Le dije que le diga que no estaba. No quería ver a nadie, no hasta que vuelva Mariela y pudiera hablar con ella.
- Quiere que baje y que busque algo para vos.
Bajó mientras yo me tomaba el té y revisaba mi Facebook. No sabía lo que hacía, no entendía absolutamente nada. No sabía nada de mis viejos hacía una semana y ni siquiera me preocupaba. Quería estar solo, bah, ni siquiera solo. Con Matias, era lo único que me importaba.
- Me dijo que te diga que acá está tu campera, y que tenía que hablar con vos de algo importante. Que lo llames. O te comuniques.
No lo hice. No me importó, no quería saber de nadie. No quería estar con nadie. Me había aferrado tanto a Matías que sentía que no necesitaba a nadie más.
Pasaron cinco días. Era martes, y esa noche escribí muchísimo en mi blog. La botella de Vodka había sido nuevamente mi fiel compañera mientras Matias dormía. El gris de la madrugada se iba alejando mientras los cantos de los gallos se oían en todas las direcciones. Los perros parecían llamarse con aullidos lastimeros y los primeros pájaros despertaban alborozados, aturdiéndose, desde la rama sentados.
- Siempre me pregunté que se dirían.
Me di vuelta y ahí estaba Matías, nuevamente. Pero ahora estaba vestido, y con su bolso a sus espaldas.
- Quiénes?
- Los pájaros.
Se acercó a mi lentamente y me acarició la cabeza.
- Supongo que es todo, no? Te vas a ir. Me vas a dejar...
Salí al balcón. Frente a mí el horizonte comenzó a cambiar los celestes grisáceos por rosados y naranjas tenues.
- No te voy a dejar. Sé que estás pasando por un mal momento, no sé cual. Pero calculo que todos necesitamos tiempo para resolverlo. Yo tengo que encontrarme conmigo mismo, con vos entendí que no estaba huyendo, sino despidiéndome de algo. Te dejé mi numero pegado en la heladera, si algún día necesitás hablar, me llamás.
Yo no podía hablar, solamente dije que no con la cabeza, y seguí sacudiéndola con un gesto de negación, mientras no podía evitar que salieran las lágrimas.
Salió por la puerta y me quedé parado un minuto observándola fijamente. Cuando volví a caer, esta vez el dolor era más grave. Me sentía solo, tenía que buscar ayuda. No tenía celular y en Facebook no había nadie conectado. Salí a caminar.
Pasé por 10 y 51, y recordé que Pablo se había ido de viaje y que le había dejado el departamento a Nicolás. Toqué timbre. Esperé unos segundos y me atendió una voz que desconocía, o no esperaba. Era Juan. Bajó a abrirme y cuando lo vi frente a mí, saqué la botella de Vodka de la mochila y sonreí.
- Juan, querido! Cómo te va?
Él me miró de arriba abajo, y se quedó en silencio mirandome expectante. Esperando que diga algo.
-Em, Nico. Está? Está bien?
Suspiró y frunció el ceño.
- Sí, está bien. Un poco estresado por la facultad. Pero bien. Ponele.
- La facultad?! Cierto que nos tenemos que instruir y toda la mierda esa. O si querés, podemos escabiar el Vodka que traje, y ver qué onda.
Juan esta vez miraba hacia el cielo pretendiendo que le importaba lo que decía.
- Qué querés?!
Esta vez apareció en la escena Nicolás, desprolijo, ojeroso.
- Con el señor Garcia? - Pregunté mientras sonreía- te acordás de mi? Soy Ignacio, tu mejor amigo. Capaz.
- Estuviste tomando?
- Es el almuerzo, estilo... Skins.
Juan no sabía que hacer. Se había creado una tensión rara en el ambiente, y solamente se limitó a quedarse de brazos cruzados y observar.
- Son las dos de la tarde.
- Y? tengo uno, podemos fumar si querés.
Se acercó más a mí.
- Y tu nuevo amigo? Qué onda?
- Se fue.
Ahí fue cuando empezó a reir a carcajadas.
- Ah, y así como es, no? Se va él y de repente se te ocurre volver a mi vida. Como si nada, como si yo no te hubiese necesitado. Como si realmente estuviera todo bien. Pero par favor, tomatelás Nacho.
Suspiró y entró al edificio de nuevo. Nos habíamos quedado Juan y yo nuevamente a solas.
- Qué flashó? Cualquiera. Y qué onda con su cara? Estuvo llorando?
- Dale tiempo, si? No la está pasando bien. Pero no me corresponde hablar a mí de eso.
- Tiempo?! Cuanto tiempo necesita a ver?
- Cuando tenga ganas de hablarte, te va a hablar. Tranqui.
Me alteré.
- Ah, de repente son mejores amigos ustedes, no? Desde cuando Moyano?
Volvió a suspirar.
- Simplemente... estuve ahí. Nos vemos Nacho, nos hablamos.
Me di vuelta, enfurecido y volví sobre sí mismo.
- No te das cuenta que todo está mal?!
- Vos estás mal.
Cerró la puerta en mi cara y no pude evitar gritar con furia. Había sido apartado como un mueble incomodo o inútil que no cumple más una función. Pero basta, ya está. No tenía ganas de seguir conectando con despojos. Todo esto para mí, estaba muerto.
Caminé de nuevo. No quería ir a casa y recaer en lo mismo. Me sentía solo, y nadie estaba ahí para mí. Llegué hasta el Hospital Italiano, me quedé parado del otro lado de la calle por media hora. No me animaba a entrar, no quería. Pero me dolía mucho el bulto que me había salido días atrás. Quizás era producto del alcohol, quizás los nervios, no sé. Pero estaba muy adolorido. No me animé. Y me fui. Qué fácil sería todo si Marie estuviese acá... o por lo menos si mi otro amigo Joaquín no estuviera de viaje por Israel. Los necesitaba, nada me garantizaba que no me iban a dejar en banda tampoco pero eran soluciones alternativas a mi malestar.
Llegué a casa de nuevo. Estaba todo hecho un desastre, no sabía por donde empezar. Me senté cinco segundos en el sillón, y empezó a sonar mi celular arriba de la mesa. Me sorprendí, había estado ahí todo el tiempo? Lo tomé con las manos y pensé. Entré a desesperarme y atendí.
- Tregua?
Le dije a Nicolás mientras esperaba una respuesta del otro lado.
- Nunca más, vuelvas a alejarte así de mí. Quiero saber que te pasa. No más secretos, ok?
- Prometo que un día de estos te cuento. Perdoname vos a mí.
Pasó un día. Los chicos me hablaban por Whatsapp pero no les quería responder a nadie. Le había pedido a Nicolás que sea cauteloso y no cuente nada de mí, pero aun así ellos siguieron insistiendo. Apagué el celular, tomé el ascensor y salí a la calle. Me sentí envuelto en un calor pegajozo que no podía entender. Caminé hasta la parada del micro con un cigarrillo en la boca y las manos en los bolsillos. En él escuché lo más deprimente de mi lista de reproducción, hasta que llegué de nuevo a la puerta del Hospital Italiano y me quedé ahí, inmovil. Me senté sobre el cordón, y me prendí otro cigarrillo. Pensaba en lo mucho que necesitaba a mi mamá, y lo fácil que sería todo si... no importa.
- Me convidás una pitada?
Miré a mi derecha, y era él. Estaba sentado junto a mí.
- Hola.
Le dije, aterrado, y acostumbrado a la vez.
- Hola.
Me dijo él, sonriente. Regalandome una mirada expectante, como queriendo hacerme sentir complice de algo. Era nuestro momento.
- Me querés explicar? Qué... qué hacés acá?
Largó el humo por la boca y empezó a reir.
- Ah, ya sabés. La pasé a cagar boludo-miró alrededor y siguió hablando- acá está todo bien, es... placentero al menos. Pacifico.
Asentí con la cabeza mirandolo fijo, él parecía muy relajado. Parecía estar disfrutando de todo lo que le rodeaba.
- Está mintiendo, o te oculta...
- Quién?
Pregunté asombrado.
- Usá la cabeza querido. Para algo la tenés...
Se puso de pie, regalándome otra sonrisa complaciente.
- A dónde vas? Puedo ir con vos?
Pregunté admirado, no quería que se fuera.
- Andá a tu casa chabón, ordená tu cabeza. Encontrate. Yo estoy.
Y lo vi alejarse haciéndose pequeño, hasta que su figura desapareció detrás de un auto que pasaba a toda velocidad. Irrumpí en llanto, un llanto desgarrador. No había nadie sobre la cuadra, estaba solo, y solo en todo sentido. Oculté mi cabeza sobre mis piernas, me sorprendió una voz.
- Nacho, qué hacés acá?
Alcé la cabeza separando mis manos de ella, y era Nati, mirandome desde arriba.
- Vos qué hacés acá?
- Yo vivo a tres cuadras, Nico me avisó para que venga a verlo porque está adentro con Santino.
Me puse de pie y la abracé desprevenidamente. Necesitaba un abrazo, y comencé a llorar otra vez.
- Qué le pasó a Santino? Está todo bien?
- No, queríamos contactar con vos por eso. No le queda mucho tiempo, no está lúcido del todo y digamos que... bueno, es feo decirlo. Nico no la estuvo pasando bien, y no tiene la misma relación con nosotros que la que tiene con vos.
Cerré los ojos humedos del llanto y agaché la cabeza. Me sentía mal, muy mal. No solo me sentía mal por salud, sino que también había descuidado a todo lo que quería. Saqué la botella de Vodka de la mochila y la rompí contra el cordón hasta hacerse añicos. Natalia volvió a abrazarme y me prometió que todo iba a estar bien, mientras estrujaba mi cabeza contra su pecho y acariciaba mi pelo. Puso las manos sobre mis hombros y volvió a preguntar.
- Qué te pasa? Qué hacés acá?
- Me duele mucho abajo de la costilla.
Caí nuevamente en el piso por el dolor y empecé a gritar entrando en pánico. Natalia se asustó y me ayudó a entrar al Hospital cojeando. Me atendió un doctor que estaba de guardia, en urgencias.
- Qué anda pasando?
Preguntó el doctor mientras se acercaba a la camilla en la que estaba sentado. Yo miraba un punto fijo, mis ojos estaban en blanco, me dolía mucho.
- Podés mirar acá? Te lo ruego.
El doctor frunció el ceño y se sentó a mi lado.
- El qué?
- Ahí, me duele mucho y es asqueroso por favor, miralo.
Levanté la remera, y expresé dolor aun sin que el doctor dijera absolutamente una palabra.
- Te duele ahora?
- No, ahora no. Pero no lo puedo tocar más. Miralo.
Bajó mi remera y me miró.
- Cómo te llamás?
- Ignacio. Juan Ignacio.
Metió las manos sobre su guardapolvo, y me miró nuevamente fijo a los ojos.
- Ignacio, no puedo mirar nada ahí. No tenés nada.
- Qué?
Le dije, extrañado. Me levanté la remera con desesperación y tenía razón, no había nada. El bulto había desaparecido y el dolor también. No entendía nada, había entrado en una perturbación y había comenzado a agarrarme la cabeza y a llorar. Empecé a mirar a la pared, no podía mirarlo a los ojos. Las lágrimas escapan solas de mis ojos, no resistía más...
- Hab... había un bulto ahí, yo... lo juro.
- No hay nada Ignacio, tranquilo. No hay nada. Si querés podemos hacer que te observe otro medico, el doctor Fernández, es bueno... es muy bueno.
Lo miré fijo, ya no existían barreras para lo que me pasaba. No existían más filtros, tenía que dejarlo salir. Mi alma se rompía en dos y se separaba de mi mente, y mi mente no respondía lo que mi corazón quería.
- Mi amigo murió. Yo lo maté.
Entré a llorar y abrazarme a los almohadones. El doctor me abrazó por un buen rato, dejó que mis lágrimas penetraran su delantal y me mecía... me mecía mientras lloraba y entraba en pánico. Me ofreció un vaso de agua, y me pidió que le contara.
- Estab... estabamos en Gessell. Con unos amigos y... de pronto, nos quedamos Ian y yo, y de repente él... él empieza a... convulsionar y empecé a gritar y... cayó al piso. No se podía mover y yo... salí corriendo, huí. Lo encontraron media hora después mis amigos y... llamaron y, murió por un paro cardiaco, y... si yo... hubiera llamado antes, yo... juro que...
Entré en pánico otra vez, y empecé a llorar. El doctor me quería convencer de que no era mi culpa, de que no tenía absolutamente nada que ver, que yo no lo había matado, pero... yo huí. Yo lo dejé ahí, muriendose, temblando en el suelo mientras yo corría hacia la nada. Si hubiese llamado, si hubiese avisado quizás estuviera acá, conmigo. Pero después... pensé que él está, el está porque aun así no puedo quitarlo de mi cabeza, y... lo que jamás me perdono es saber que estuve enamorado de él. Muchos años, y... jamás se lo dije. No se lo dije y jamás le dije tampoco que lo quería, que lo quería de verdad... y... nada. El medico me derivó a un psicologo, en ese mismo hospital.
Cuando salí de la sala, fui a otro pasillo a buscar a Natalia y a Nicolás. Esta vez estaban todos, incluso Juan, que me vio destrozado y vino a abrazarme.
- Amigos. No lo olvides.
Apreté su cuerpo con más fuerza y él me recibió como si estuvieramos conectados, como si supiese realmente lo que estaba pasando.
Les pregunté a los chicos que hacíamos sentados ahí, y Paula me dijo que estabamos esperando a que salga un familiar así entraba Nicolás a despedirse. Era conciente de que estar en un hospital aguardando la muerte de otra persona no iba a ayudar a mi causa. Pero estuve ausente cuando mi amigo me necesitaba y era lo menos que pude hacer. Me senté y puse mi cabeza en el hombro de Luciana mientras Nicolás permanecía inmovil en su butaca, esperando, impaciente. Jamás lo había visto así.
De repente, se abre la puerta. Yo conocía esa espalda, la había visto con anterioridad. La familiaricé, y corrí hacía él.
- Conocés a Santino?
Exclamé en un pequeño murmullo. Él tenía los ojos hinchados, cansados, y se notaba que estaba débil de no poder dormir por las noches.
Matias me miró y me abrazó. Su cuerpo temblaba, y su voz se quebró cuando quiso explicarme.
- Yo...
- Vamos afuera, te invito un café.
Nos sentamos sobre el pasto humedo, debajo de un arbol. Y comenzó a hablar.
- Suspendí mis clases en Colombia. Estaba haciendo un seminario allá, y cuando me enteré de Santino... volví. Mis papás están devastados, y... toda la plata que tenían ahorrada, inclusive la de mis estudios fue destinada a la salud de mi hermano. No quería decirte nada, porque no sabía si te iba a volver a ver. Mi plan era irme lejos, sé que mi familia me necesita pero... mi hermano lo es todo para mí. Por eso esta cadenita es muy especial, y por eso te dije que me hacías acordar a alguien. Espero que me perdones, y me entiendas.
Sí, yo entendía. Lo escuchaba con atención, sin dejar de mirarlo con sus ojos profundos y tristes, teniendo las manos entre las suyas y apretandolas levemente en las pausas, como alentandolo a seguir.
- Y qué vas a hacer? Supongo que no podés escapar...
Me miró, y sus ojos se cristalizaron en un instante.
- No... voy a quedarme con mis papás. Me necesitan, pasar tiempo con vos me enseñó que no vale la pena estar mal. Y nunca te agradecí como correspondía. Gracias.
Me abrazó, nuevamente. Y esta vez fue él, el que me dio un beso.
- Y eso?
Pregunté.
- No sé. Supongo que vos me lo diste con un propósito, yo te lo devuelvo con otro. Quiero que seamos amigos.
Se puso de pie, y comenzó a caminar hacia la entrada. Yo me quedé sentado, quieto, tranquilo.
- Venís?
Me preguntó mientras me ofrecía la mano para pararme.
- Tengo algo que hacer antes.
Lo vi alejarse, con un andar pausado que me daba risa. Estaba tranquilo, había encontrado la tranquilidad que había perdido semanas atrás. Solamente, me faltaba una cosa.
Marqué un numero en mi celular, y me atendió su casilla de mensajes.
- Hola, sí, te comunicaste conmigo... Ian. Dejá un mensaje si querés... lo más probable es que no lo escuche, o sino, dejá un mensaje o... señales de humo, no sé, chao.
- Hola amigo, sé que estás por acá, escuchandome. Y... te llamo para decirte que te dejo ir, y que te quiero y que... jamás pensé que todo esto iba a pasar. A veces me pongo a pensar que pensarías si me vieras así y, te imagino diciendo 'dejá de joder boludo, sos grande', mientras me pegás en la cabeza... y... nada, te quiero. Y te extraño, y espero que estés bien, te diría más cosas pero ya las sabés. Te-Para repetir el mensaje ingrese 1, para enviarlo ingrese 2, para borrarlo ingrese 3.
Sonreí, y sin dudas, apreté el 2. Me reía solo mirando el sol. Entró un mensaje de texto a mi casilla.
- Llegué, no me vas a dar la bienvenida?
Era Marie. Recorrió felicidad por mi cuerpo.
Entré a avisarles a los chicos que iba a buscar a Marie, que seguramente también se conmovería por la causa y vendría a darle apoyo moral a Nicolás. Él me dijo que vaya, que no me sienta obligado y que sabía lo preocupado que estaba por él, pero era cantado que iba a volver. Salí corriendo y sentí como la mochila que tenía cargada con piedras se fue alivianando con el transcurso de mis pasos. No me sentía feliz, pero me sentía aliviado. Sentía un peso menos, y no podía esperar a contarselo a ella. Me tomé nuevamente el colectivo y en mi celular sonaba 'Innocence' de Avril Lavigne. El destino siempre era oportuno con mi lista azarosa de reproducción.
Llegué a la puerta de mi edificio, ingresé la llave en la ranura y mi celular vibró. Era un mensaje de Nicolás...
- Murió.