miércoles, 9 de abril de 2014

Nacho

Bajamos del taxi y entramos a mi departamento. Mariela, la chica que vivía conmigo no estaba, así que lo primero que hice fue quitarle la camisa desaforadamente con las manos.
Nos acostamos en mi cama y una ansiedad me llenó el pecho, giré mi cabeza desconcertado, su boca estaba sellada, no parecía entrar suficiente aire en su pecho, podía ver las aletas de su nariz temblar... su cuerpo descendió sobre mi espalda, su peso me recordó la poderosa musculatura de sus brazos, de su torso, de sus piernas. Como también me recordó lo borracho que estaba. Tuvimos sexo y después nos quedamos dormidos abrazados el uno al otro. Me parecía lindo, me gustaba. Pero removía dentro mío un sentimiento tan... lejano. 
- Estuvo bueno, no? 
Me preguntó Agustín, mientras se ponía el pantalón al pie de la cama.
- Sí... estuvo bueno. Ya te vas? 
- Los amigos comparten secretos, eso es lo que nos mantiene unidos.
- Eh? 
- Eh? 
- Dijiste algo? 
Me miró desconcertado ante mi pregunta.
- No, que me tengo que ir a laburar. Me abrís?
Le abrí la puerta, y me senté en la cama. Después me acosté. No estaba ebrio, pero todo parecía querer girar y dar vueltas sin parar. Miré el techo varias horas y no pude dejar de sentir angustia. No quería recordar este verano, no quería. Hice fuerza, y aun así, no quería.
Pasé tres días haciendo cosas de la facultad, alejándome de los chicos. No entendía por qué volvía nuevamente a lo mismo, no quería entenderlo tampoco. 
Nicolás seguía igual de mal por lo de Santino, y aun así yo no podía contarle lo que había pasado. Nati estaba arreglando un par de problemas en su casa, quería compartir tiempo con su papá. Juan estaba tratando de encontrarse a sí mismo después de cortar con el ex, y seguía aprendiendo cosas relacionadas con el tarot, porque hasta él se asumía como 'brujo', o eso parecía... Y Flor, Pau y Lu estaban ocupadas con cosas de la facultad. Así que me pareció optimo y prudente seguir su ejemplo.
La angustia seguía carcomiendo mi conciencia, no podía soportarlo más. Sobre todas las cosas no soportaba tener que disimular frente a los que quería... 
Ese Miercoles fuimos todos a la casa de Pau a tomar mates, y Nicolás seguía ahí, sentado en el sillón de cuero blanco, mirándome, siempre sonriente, como si no pasara nada.
- Qué pasa? 
- No te hagas la puritana, dale, contá que pasó con Agustín. 
De repente tenía a todas las miradas sobre mí. 
- Nada, fuimos a casa, garchamos. Nos quedamos dormidos, y se fue. Por? 
- Porque no paraste de preguntarme por él en estos días por Facebook, qué onda? Te enganchaste? 
Me preguntaba Juan mientras me pasaba el mate. Me sentía obligado a contestar algo. Ni se imaginaban que lo mío con Agustín fue simplemente por otra cosa, después lo comprendí. La mezcolanza de sentimientos en la que estuve atrapado aquella noche me hizo una mala jugada.
- No, no me enganché, para nada. Sino les digo...
- Y entonces?
Preguntaba Flor desde la cocina. 
- Nada, no me enganché. En serio.
- Ay, se hace la boluda, lo único que faltaba ahora.
Estallaron risas. Aunque el único que no reía era yo. Entre mates, y charlas quedamos en salir nuevamente a la noche. Me vendría bien, no soportaba tener estas contradicciones conmigo mismo. Hacía noches no dormía, y hace otras que no podía comer otra cosa más que pan con manteca. 
- Pablo se fue de viaje por tres semanas. Me dejó su depto. El finde hacemos previa en su casa? 
Todos dudamos. Sobre todo yo. No me sentía con animos de salir. 
Aun así, cayó la noche del jueves y como Marie seguía de viaje, y nos quedaba más cerca, hicimos una previa alocada en casa (como siempre), salimos a BuleBar. Siempre nos gustaba ir ahí porque trabajaba la 'Juampi', así le decíamos a Juan Pablo Fuhr, un conocido que además de ser el Dj, una que otra vez nos regalaba tragos. 
La música podía escucharse desde cuadras atrás, y aunque no había mucha gente, nos bailamos todo. Los chicos ya habían notado que algo me pasaba, porque me tomé una botella de vodka solo, y seguí con la cerveza. Cuando quise acordar, estaba bailando con un chico y con Flor, haciéndole 'sanguchito', mientras llamaba a los demás para que se sumen. Cuando de pronto, corrí a un pequeño patio a vomitar. Flor y el chico x, me acompañaron.
- Estás bien?
Preguntó Flor, pero justo cuando había comenzado a mover la boca para responderle, la suya estaba ocupada intercambiando saliva con el chico. Estallé a carcajadas y me atreví a recordar.
- Y Diego? Vos no estabas con ese chico de Roque Perez? No entiendo nada.
Flor me lanzó una mirada de complicidad, seguida de un 'sh' alargado, y le tomó la mano al chico x y se lo llevó adentro. 

Inmediatamente sentí una puntada debajo de la ultima costilla derecha, y empecé a sollozar. Me quedé sentado afuera, sobre un pilar de ladrillos esperando a que se me pase el dolor mientras fumaba un cigarrillo. Cuando empecé a escuchar ruidos en la parte trasera de ese patio, me asomé por atrás de un mural y lo vi, estaba parado frente a mí, con su camisa celeste, me miraba fijo. No pude evitar gritar, sobresalté tanto que me quemé las manos con el cigarrillo y empecé a llorar. Miré de nuevo y había desaparecido.
Me fui a casa, no soportaba más el dolor. Me recosté en la cama y me puse a pensar, a replantearme si estaba bien lo que hacía. Hacia semanas que Nicolás venía preguntándome si las cosas iban bien y yo no sabía que decirle, ni siquiera yo entendía hasta qué punto iba a seguir resistiendo. Quise dormir, pero los gritos y el ruido de la cama de los vecinos de arriba, me taladraban la cabeza. Me senté en la cama y puse mi cabeza entre mis manos. Vi un papel de lejos. Me paré, y cuando lo tomé, decía 'Oh baby, it's a wild world, it's hard to get back just upon a smile -IR'.Estaba de más pensar en quién lo había escrito. Inmediatamente lo hice un bollo y lo tiré contra la pared y me acosté en la cama a llorar. Necesitaba a Marie, si había alguien a quien contarle lo que había pasado, era a ella. 
Pasaron dos horas y me levanté. Caminé entre el desastre que era la sala de estar, y vi todas las botellas sobre la mesa. Me aferré a la del vodka y empecé a tomar mientras ponía musica fuerte en la pc. De repente me veía a mi mismo mirando Bob Esponja en Youtube y riendo a carcajadas, pero, después noté que algo raro estaba pasando en mí. Me puse de pie para caminar a la cocina y el dolor debajo de la costilla empezó a doler de nuevo. Me tiré al suelo, y cuando me subí la remera, esta vez era un pequeño bulto. No podía ni tocarlo, me dolía igual o más de lo que me dolía el alma por aquellos días.
- Querés que te ayude? Ya sabés, solamente tenés que decirlo. 
Era él otra vez, con su mirada penetrante. Me miraba desde arriba, yo no sabía que decir. Me tapé los ojos con las manos y cuando las quité, ya no estaba. Tenía miedo, mucho. Por qué aparecía? Por qué?
Eran las tres de la tarde cuando decidí agarrar la campera y empezar a caminar por las calles platenses. Seguía ebrio, valía rescatar, pero la gente no podía notarlo por las gafas, o eso creía. 
El cielo estaba encapotado, me sentía raro. Me seguía doliendo debajo de la costilla, pero resistí. Caminé mucho, y pasé cerca del edificio en donde vivían Flor y Juan. Les toqué timbre a ambos y no me atendieron. Seguí caminando y llegué a la estación de trenes. Pensé en tomarme un tren hasta Retiro, mirar un par de vidrieras, e iba a volver. O por lo menos ese era el plan. 
Me senté cansado en uno de los asientos fríos de cemento, y prendí un cigarrillo. Sonaba Karma Police de Radiohead en mi celular, y dio justo al blanco con la situación que se avecinaba. La gente pasaba lentamente, muchos me miraban, yo sonreía. Era lo único que se me ocurría. Hasta que un chico morocho, de ojos grandes, rasgos lindos, flaco, alto, se sentó a mi lado. Me había llamado la atención, no solamente porque estaba increíblemente bueno, sino porque generaba intriga, desde su vestimenta, hasta su rostro. Lo miré fijo.
- Te conozco de algún lado?
Hizo una curva con su sonrisa mientras armaba un faso.
- Vas a tener que esmerarte más. 
- No, no estaba intentando chamu... ya fue.
Miré para otro lado decidido a darle la espalda. Cómo sabía que era gay? Por qué se había sentado ahí conmigo? De pronto se empezaron a cruzar varias miradas entre unos chicos que se encontraban en lados opuestos en la sala, y todo derivó en que empezaron a pelearse. Se armó mucho lío e intervinieron los guardias de seguridad para separarlos, y cuando me puse de pie y miré a mi lado, ya no estaba. Tampoco estaba mi celular. Lo vi entrando a la sala y lo vi consultando la cartelera del recorrido del tren.
- Hey. A dónde vas?!
Le grité a una poca distancia haciéndole entender que estaba enojado.
- No sé, no lo tengo decidido todavía. Vos?
- Me devolvés mi celular? 
Seguía sin mirarme, con los ojos atentos a la cartelera.
- Lo voy a pensar.
Comencé a meter las manos en los bolsillos de su saco, mientras él hacía la fuerza contraria para alejarme. Dejó caer accidentalmente la piedra de marihuana de su bolsillo, y me aventajé a tomarla rápido. Sonrió mientras abría los ojos grandes.
- Dámela. 
- Vos mi celular. Son flores? 
Preguntaba mientras me sacaba las gafas, y seguía tratando de disimular mi estado de alcoholismo.
- Sí. Nunca en la vida probé algo mejor que eso.
- Fumemos. Ya fue. 
Me miró, y largó una carcajada. 
- Qué? No sé ni quién sos.
- Va a ser divertido. 
- Divertido? Solamente quiero salir de esta aldea. 
Sonreí.
- Sí, yo también odio esta ciudad...
Suspiró. Hablamos un poco más y nos entendimos. Nos tomamos un micro hasta casa y dejó el enorme bolso que llevaba con él. Era incomodo, estaba recorriendo la ciudad con un desconocido que por una extraña razón, me caía bien. Llegamos hasta el bosque, en frente del museo y nos sentamos a orillas del río y lo prendimos. Me miraba fijo, me intimidaba, pero me gustaba simular que tenía la situación al mando. 
- Y qué vamos a hacer después? 
Preguntó mientras le daba un beso al armado. 
- No lo tomes a mal, pero si querés pasar el día conmigo, vamos a tener que hacer un par de reglas. No te voy a decir mi nombre, no vamos a hablar a futuro, no vamos a hablar del pasado y si te llego a encontrar mañana por la calle, te voy a ignorar. Tengo problemas personales, y calculo que vos también.
Se quedó mirándome fijo, y sonrió. No lo podía creer. Quizás nunca en la vida se había cruzado con alguien que le fuera tan sincero y que únicamente buscara celebrar un día, bueno, yo sí.
- Está bien... carpe diem, aprovechá el día, te acordás?
- Qué? Qué dijiste?!
Se le borró la sonrisa que había creado en un instante. Y se asustó. 
- Nada, no dije nada. Dije que estaba bien. Por qué? Qué flashás? 
Ignoré el pensamiento, y sonreí. Tomé sus manos y contesté mientras reía de forma macabra.
- Nada, no pasa nada. El día es nuestro. 
Intercambiamos un par de miradas, y me miraba expectante, sonriendo, no entendía el por qué. 
- Pasa algo?
Le dije mientras me acostaba en el césped húmedo. 
- Me hacés acordar a alguien, lo único. Y me gusta. Che, esto no pega, no? 
Entrecerré los ojos por el sol, y él seguía ahí, sentado, mirándome.
- No, capaz que hay que esperar. O capaz que un licor ayuda, me olvidé el vodka en casa, compraría otro pero... ando seco. 
- Por qué necesariamente hay que comprar?
Entramos a un almacén que quedaba por la calle 1, los chinos nos miraban con recelo y había un par de cámaras que nos monitoreaban en caso de que corrompiéramos 'la ley'. Era un ambiente extraño, una china con un bebé y otro chino lavando el piso. Empecé a hablarle al bebé y distraje a la china para que mi compañero pudiera tener más agilidad a la hora de robar. Sonó el teléfono y el chino se puso a hablar en su idioma con alguien que desconozco y aproveché para robar una petaca de un licor al azar que encontré a mano. Volteé para buscar al chico de los ojos profundos, y lo único que encontré...
- Está mal lo que estás haciendo, sabés? 
Era él de nuevo, era él. Y esta vez no se iba, me miraba penetrante y estaba a una distancia bastante cerca de la mía. Me quedé paralizada, hasta que empecé a escuchar a mi compañero haciendo sonidos raros con la boca, cuando me di vuelta tenía a un chino detrás de mí. Pero siguió sonando el teléfono y corrió a atenderlo. Cuando íbamos saliendo sigilosamente del negocio, a él se le cayeron varias cosas del bolsillo y unos policías empezaron a corrernos hasta que nos perdieron. 
Llegamos a una plaza y nos sentamos abajo de un árbol. 
- Idiota, nos pudo haber agarrado.
Le dije mientras se reía a carcajadas. Era obvio y evidente que las flores habían hecho su efecto.
- Cuál es el objetivo de chorear si no vas a disfrutar de la persecución? 
- Sos una mala influencia, me corrompés.
Se rio, compartimos una mirada cómplice y nos sentamos. Abajo de mi costilla empezó a doler de nuevo. Sollocé. 
- Ey, estás bien? 
- Mirá, ves el bulto que está ahí? Me re duele. 
Miró donde me dolía y ni se inmutó.
- Uf, sí. Qué sé yo.
No entendí si estaba siendo irónico o si estaba diciendo la verdad. 
- Ya habías robado antes?
Le pregunté mientras me comía un turrón.
- Casi todo lo que tengo es robado. Es como una costumbre.
- Bueno, dame tu collar. 
Me miró fijo, tomó el collar con la punta de los dedos y su cara cambió.
- Em, no. Este es distinto, es un regalo. Me lo regaló mi hermano. Todo lo demás... una mierda. 
Me paré sobre el banquito y comencé a pensar, a sentir el viento, mientras la gente pasaba y me miraba extrañada.
- Vos no sos real, vos sos como uno de esos cuentos que nos contaban cuando eramos chicos... em, Robin Hood? 
- Robin Hood?
Me dijo extrañado y asombrado a la vez.
- Robin Hood, con el que choreamos una tienda, fumamos flores y lo conocí en la parada del tren. ¿Y quién dijo que Robin Hood unicamente robaba para los pobres? Bah, capaz que yo soy pobre, pero, no sé. Che estoy hablando banda. 
Mi voz se había ido acelerando a medida que continuaba mi relato.
- Eso te iba a preguntar, cómo están mis ojos? 
Los miré fijos, y nos miramos serios quince segundos. Empezamos a reir a carcajadas y le dije que estaban bien, muy bien. Que nunca habían estado mejor. No resistí y le di un beso. Se quedó extrañado mirándome. 
- Y eso? A qué fue? 
Me arrepentí, y empecé a mirar el suelo buscando alguna explicación. Había sido más un impulso, que otra cosa.
- No sé... me... pintó.
- Pero entendés, no? Que yo... soy hetero?
- Sí, sí, obvio entiendo.
Preferimos hacer como que nada pasó, y continuamos pasando el día hasta que se hizo la noche. Habíamos pasado un excelente día, y lo que más costó fue despedirnos. Fuimos a casa a buscar las cosas, y lo invité a quedarse unos días conmigo. Primero, porque tenía miedo, tenía miedo de que se me siga presentando, tenía mucho miedo. Y segundo, realmente me caía bien y sentía que estaba desamparado. Al principio, lo dudó, pero después asintió y decidió quedarse. Le hice la cena, una tarta de jamón y queso y mientras cenábamos, fui claro. 
- Si te vas a quedar conmigo unos días acá, por lo menos dejame saber tu nombre. 
Hizo un juego irónico con sus gestos, y me respondió.
- Matías. Vos?
- Nacho. Cómo sé que me estás diciendo la verdad?
Dejó los cubiertos sobre el plato, y empezó a revolver su mochila.
- Mi DNI, te lo muestro. 
Me mostró el DNI y supe que se llamaba Matías Di Nella, que tenía 22 años y que era platense. Y ahí, fue el comienzo de toda nuestra relación.
Con respecto a mi celular, él juraba que no lo tenía. Así que decidí dejar la cosa ahí. Habían pasado tres días y había faltado a la facultad, así como también había dejado de ver a los chicos. Nicolás sabía que estaba viviendo con Matias, que era mi nuevo amigo, y después de eso, no sabía nada más. No tenía celular, había dejado de abrir Facebook y Twitter. Había dejado todo. Con Matías nos quedábamos hasta tarde tomando vodka y fumando flores, mientras hablábamos de cosas superfluas sobre teorías del fin del mundo, y un par de pavadas más. Con respecto a lo otro... había dejado de verlo, pero había empezado a soñar con él. Y me aterraba. 
Me despertaba a las dos de la tarde todos los días y Matías no estaba. Salía por la mañana y al mediodía traía cosas para comer, y cocinaba. Era linda su compañía, aunque no tachaba del todo la angustia. 
- De qué te escapás? 
Le pregunté un día que estábamos sentados en el balcón mirando el cielo. Su cara cambió, destilaba tristeza.
- No sé. De mí, de todo. No tengo muchos motivos para querer quedarme. Y si empezamos con el interrogatorio, qué te pasa a vos? Estás como... deprimido. 
No le respondí. Entré adentro y me hice un té. Tocaron timbre y le pregunté si podía atender, cuando alzó el portero era Nicolás. Le dije que le diga que no estaba. No quería ver a nadie, no hasta que vuelva Mariela y pudiera hablar con ella. 
- Quiere que baje y que busque algo para vos.
Bajó mientras yo me tomaba el té y revisaba mi Facebook. No sabía lo que hacía, no entendía absolutamente nada. No sabía nada de mis viejos hacía una semana y ni siquiera me preocupaba. Quería estar solo, bah, ni siquiera solo. Con Matias, era lo único que me importaba. 
- Me dijo que te diga que acá está tu campera, y que tenía que hablar con vos de algo importante. Que lo llames. O te comuniques.
No lo hice. No me importó, no quería saber de nadie. No quería estar con nadie. Me había aferrado tanto a Matías que sentía que no necesitaba a nadie más.
Pasaron cinco días. Era martes, y esa noche escribí muchísimo en mi blog. La botella de Vodka había sido nuevamente mi fiel compañera mientras Matias dormía. El gris de la madrugada se iba alejando mientras los cantos de los gallos se oían en todas las direcciones. Los perros parecían llamarse con aullidos lastimeros y los primeros pájaros despertaban alborozados, aturdiéndose, desde la rama sentados. 
- Siempre me pregunté que se dirían. 
Me di vuelta y ahí estaba Matías, nuevamente. Pero ahora estaba vestido, y con su bolso a sus espaldas. 
- Quiénes?
- Los pájaros.
Se acercó a mi lentamente y me acarició la cabeza.
- Supongo que es todo, no? Te vas a ir. Me vas a dejar... 
Salí al balcón. Frente a mí el horizonte comenzó a cambiar los celestes grisáceos por rosados y naranjas tenues. 
- No te voy a dejar. Sé que estás pasando por un mal momento, no sé cual. Pero calculo que todos necesitamos tiempo para resolverlo. Yo tengo que encontrarme conmigo mismo, con vos entendí que no estaba huyendo, sino despidiéndome de algo. Te dejé mi numero pegado en la heladera, si algún día necesitás hablar, me llamás. 
Yo no podía hablar, solamente dije que no con la cabeza, y seguí sacudiéndola con un gesto de negación, mientras no podía evitar que salieran las lágrimas.
Salió por la puerta y me quedé parado un minuto observándola fijamente. Cuando volví a caer, esta vez el dolor era más grave. Me sentía solo, tenía que buscar ayuda. No tenía celular y en Facebook no había nadie conectado. Salí a caminar.
Pasé por 10 y 51, y recordé que Pablo se había ido de viaje y que le había dejado el departamento a Nicolás. Toqué timbre. Esperé unos segundos y me atendió una voz que desconocía, o no esperaba. Era Juan. Bajó a abrirme y cuando lo vi frente a mí, saqué la botella de Vodka de la mochila y sonreí.
- Juan, querido! Cómo te va? 
Él me miró de arriba abajo, y se quedó en silencio mirandome expectante. Esperando que diga algo. 
-Em, Nico. Está? Está bien? 
Suspiró y frunció el ceño.
- Sí, está bien. Un poco estresado por la facultad. Pero bien. Ponele.
- La facultad?! Cierto que nos tenemos que instruir y toda la mierda esa. O si querés, podemos escabiar el Vodka que traje, y ver qué onda.
Juan esta vez miraba hacia el cielo pretendiendo que le importaba lo que decía. 
- Qué querés?!
Esta vez apareció en la escena Nicolás, desprolijo, ojeroso. 
- Con el señor Garcia? - Pregunté mientras sonreía- te acordás de mi? Soy Ignacio, tu mejor amigo. Capaz. 
- Estuviste tomando?
- Es el almuerzo, estilo... Skins. 
Juan no sabía que hacer. Se había creado una tensión rara en el ambiente, y solamente se limitó a quedarse de brazos cruzados y observar. 
- Son las dos de la tarde. 
- Y? tengo uno, podemos fumar si querés.
Se acercó más a mí. 
- Y tu nuevo amigo? Qué onda?
- Se fue.
Ahí fue cuando empezó a reir a carcajadas.
- Ah, y así como es, no? Se va él y de repente se te ocurre volver a mi vida. Como si nada, como si yo no te hubiese necesitado. Como si realmente estuviera todo bien. Pero par favor, tomatelás Nacho. 
Suspiró y entró al edificio de nuevo. Nos habíamos quedado Juan y yo nuevamente a solas. 
- Qué flashó? Cualquiera. Y qué onda con su cara? Estuvo llorando? 
- Dale tiempo, si? No la está pasando bien. Pero no me corresponde hablar a mí de eso.
- Tiempo?! Cuanto tiempo necesita a ver? 
- Cuando tenga ganas de hablarte, te va a hablar. Tranqui. 
Me alteré.
- Ah, de repente son mejores amigos ustedes, no? Desde cuando Moyano?
Volvió a suspirar.
- Simplemente... estuve ahí. Nos vemos Nacho, nos hablamos. 
Me di vuelta, enfurecido y volví sobre sí mismo.
- No te das cuenta que todo está mal?!
- Vos estás mal. 
Cerró la puerta en mi cara y no pude evitar gritar con furia. Había sido apartado como un mueble incomodo o inútil que no cumple más una función. Pero basta, ya está. No tenía ganas de seguir conectando con despojos. Todo esto para mí, estaba muerto. 
Caminé de nuevo. No quería ir a casa y recaer en lo mismo. Me sentía solo, y nadie estaba ahí para mí. Llegué hasta el Hospital Italiano, me quedé parado del otro lado de la calle por media hora. No me animaba a entrar, no quería. Pero me dolía mucho el bulto que me había salido días atrás. Quizás era producto del alcohol, quizás los nervios, no sé. Pero estaba muy adolorido. No me animé. Y me fui. Qué fácil sería todo si Marie estuviese acá... o por lo menos si mi otro amigo Joaquín no estuviera de viaje por Israel. Los necesitaba, nada me garantizaba que no me iban a dejar en banda tampoco pero eran soluciones alternativas a mi malestar. 
Llegué a casa de nuevo. Estaba todo hecho un desastre, no sabía por donde empezar. Me senté cinco segundos en el sillón, y empezó a sonar mi celular arriba de la mesa. Me sorprendí, había estado ahí todo el tiempo? Lo tomé con las manos y pensé. Entré a desesperarme y atendí.
- Tregua?
Le dije a Nicolás mientras esperaba una respuesta del otro lado.
- Nunca más, vuelvas a alejarte así de mí. Quiero saber que te pasa. No más secretos, ok? 
- Prometo que un día de estos te cuento. Perdoname vos a mí. 
Pasó un día. Los chicos me hablaban por Whatsapp pero no les quería responder a nadie. Le había pedido a Nicolás que sea cauteloso y no cuente nada de mí, pero aun así ellos siguieron insistiendo. Apagué el celular, tomé el ascensor y salí a la calle. Me sentí envuelto en un calor pegajozo que no podía entender. Caminé hasta la parada del micro con un cigarrillo en la boca y las manos en los bolsillos. En él escuché lo más deprimente de mi lista de reproducción, hasta que llegué de nuevo a la puerta del Hospital Italiano y me quedé ahí, inmovil. Me senté sobre el cordón, y me prendí otro cigarrillo. Pensaba en lo mucho que necesitaba a mi mamá, y lo fácil que sería todo si... no importa.
- Me convidás una pitada? 
Miré a mi derecha, y era él. Estaba sentado junto a mí. 
- Hola. 
Le dije, aterrado, y acostumbrado a la vez.
- Hola. 
Me dijo él, sonriente. Regalandome una mirada expectante, como queriendo hacerme sentir complice de algo. Era nuestro momento.
- Me querés explicar? Qué... qué hacés acá?
Largó el humo por la boca y empezó a reir. 
- Ah, ya sabés. La pasé a cagar boludo-miró alrededor y siguió hablando- acá está todo bien, es... placentero al menos. Pacifico. 
Asentí con la cabeza mirandolo fijo, él parecía muy relajado. Parecía estar disfrutando de todo lo que le rodeaba. 
- Está mintiendo, o te oculta...
- Quién?
Pregunté asombrado. 
- Usá la cabeza querido. Para algo la tenés... 
Se puso de pie, regalándome otra sonrisa complaciente.
- A dónde vas? Puedo ir con vos?
Pregunté admirado, no quería que se fuera.
- Andá a tu casa chabón, ordená tu cabeza. Encontrate. Yo estoy.
 Y lo vi alejarse haciéndose pequeño, hasta que su figura desapareció detrás de un auto que pasaba a toda velocidad. Irrumpí en llanto, un llanto desgarrador. No había nadie sobre la cuadra, estaba solo, y solo en todo sentido. Oculté mi cabeza sobre mis piernas, me sorprendió una voz.
- Nacho, qué hacés acá?
Alcé la cabeza separando mis manos de ella, y era Nati, mirandome desde arriba. 
- Vos qué hacés acá? 
- Yo vivo a tres cuadras, Nico me avisó para que venga a verlo porque está adentro con Santino. 
Me puse de pie y la abracé desprevenidamente. Necesitaba un abrazo, y comencé a llorar otra vez.
- Qué le pasó a Santino? Está todo bien? 
- No, queríamos contactar con vos por eso. No le queda mucho tiempo, no está lúcido del todo y digamos que... bueno, es feo decirlo. Nico no la estuvo pasando bien, y no tiene la misma relación con nosotros que la que tiene con vos. 
Cerré los ojos humedos del llanto y agaché la cabeza. Me sentía mal, muy mal. No solo me sentía mal por salud, sino que también había descuidado a todo lo que quería. Saqué la botella de Vodka de la mochila y la rompí contra el cordón hasta hacerse añicos. Natalia volvió a abrazarme y me prometió que todo iba a estar bien, mientras estrujaba mi cabeza contra su pecho y acariciaba mi pelo. Puso las manos sobre mis hombros y volvió a preguntar.
- Qué te pasa? Qué hacés acá?
- Me duele mucho abajo de la costilla. 
Caí nuevamente en el piso por el dolor y empecé a gritar entrando en pánico. Natalia se asustó y me ayudó a entrar al Hospital cojeando. Me atendió un doctor que estaba de guardia, en urgencias. 
- Qué anda pasando? 
Preguntó el doctor mientras se acercaba a la camilla en la que estaba sentado. Yo miraba un punto fijo, mis ojos estaban en blanco, me dolía mucho. 
- Podés mirar acá? Te lo ruego.
El doctor frunció el ceño y se sentó a mi lado. 
- El qué? 
- Ahí, me duele mucho y es asqueroso por favor, miralo.
Levanté la remera, y expresé dolor aun sin que el doctor dijera absolutamente una palabra.
- Te duele ahora? 
- No, ahora no. Pero no lo puedo tocar más. Miralo. 
Bajó mi remera y me miró. 
- Cómo te llamás? 
- Ignacio. Juan Ignacio. 
Metió las manos sobre su guardapolvo, y me miró nuevamente fijo a los ojos.
- Ignacio, no puedo mirar nada ahí. No tenés nada. 
- Qué?
Le dije, extrañado. Me levanté la remera con desesperación y tenía razón, no había nada. El bulto había desaparecido y el dolor también. No entendía nada, había entrado en una perturbación y había comenzado a agarrarme la cabeza y a llorar. Empecé a mirar a la pared, no podía mirarlo a los ojos. Las lágrimas escapan solas de mis ojos, no resistía más...
- Hab... había un bulto ahí, yo... lo juro. 
- No hay nada Ignacio, tranquilo. No hay nada. Si querés podemos hacer que te observe otro medico, el doctor Fernández, es bueno... es muy bueno. 
Lo miré fijo, ya no existían barreras para lo que me pasaba. No existían más filtros, tenía que dejarlo salir. Mi alma se rompía en dos y se separaba de mi mente, y mi mente no respondía lo que mi corazón quería. 
- Mi amigo murió. Yo lo maté.
Entré a llorar y abrazarme a los almohadones. El doctor me abrazó por un buen rato, dejó que mis lágrimas penetraran su delantal y me mecía... me mecía mientras lloraba y entraba en pánico. Me ofreció un vaso de agua, y me pidió que le contara. 
- Estab... estabamos en Gessell. Con unos amigos y... de pronto, nos quedamos Ian y yo, y de repente él... él empieza a... convulsionar y empecé a gritar y... cayó al piso. No se podía mover y yo... salí corriendo, huí. Lo encontraron media hora después mis amigos y... llamaron y, murió por un paro cardiaco, y... si yo... hubiera llamado antes, yo... juro que... 
Entré en pánico otra vez, y empecé a llorar. El doctor me quería convencer de que no era mi culpa, de que no tenía absolutamente nada que ver, que yo no lo había matado, pero... yo huí. Yo lo dejé ahí, muriendose, temblando en el suelo mientras yo corría hacia la nada. Si hubiese llamado, si hubiese avisado quizás estuviera acá, conmigo. Pero después... pensé que él está, el está porque aun así no puedo quitarlo de mi cabeza, y... lo que jamás me perdono es saber que estuve enamorado de él. Muchos años, y... jamás se lo dije. No se lo dije y jamás le dije tampoco que lo quería, que lo quería de verdad... y... nada. El medico me derivó a un psicologo, en ese mismo hospital.
Cuando salí de la sala, fui a otro pasillo a buscar a Natalia y a Nicolás. Esta vez estaban todos, incluso Juan, que me vio destrozado y vino a abrazarme. 
- Amigos. No lo olvides. 
Apreté su cuerpo con más fuerza y él me recibió como si estuvieramos conectados, como si supiese realmente lo que estaba pasando. 
Les pregunté a los chicos que hacíamos sentados ahí, y Paula me dijo que estabamos esperando a que salga un familiar así entraba Nicolás a despedirse. Era conciente de que estar en un hospital aguardando la muerte de otra persona no iba a ayudar a mi causa. Pero estuve ausente cuando mi amigo me necesitaba y era lo menos que pude hacer. Me senté y puse mi cabeza en el hombro de Luciana mientras Nicolás permanecía inmovil en su butaca, esperando, impaciente. Jamás lo había visto así.
De repente, se abre la puerta. Yo conocía esa espalda, la había visto con anterioridad. La familiaricé, y corrí hacía él.
- Conocés a Santino?
Exclamé en un pequeño murmullo. Él tenía los ojos hinchados, cansados, y se notaba que estaba débil de no poder dormir por las noches.
Matias me miró y me abrazó. Su cuerpo temblaba, y su voz se quebró cuando quiso explicarme. 
- Yo... 
- Vamos afuera, te invito un café. 
Nos sentamos sobre el pasto humedo, debajo de un arbol. Y comenzó a hablar. 
- Suspendí mis clases en Colombia. Estaba haciendo un seminario allá, y cuando me enteré de Santino... volví. Mis papás están devastados, y... toda la plata que tenían ahorrada, inclusive la de mis estudios fue destinada a la salud de mi hermano. No quería decirte nada, porque no sabía si te iba a volver a ver. Mi plan era irme lejos, sé que mi familia me necesita pero... mi hermano lo es todo para mí. Por eso esta cadenita es muy especial, y por eso te dije que me hacías acordar a alguien. Espero que me perdones, y me entiendas.
Sí, yo entendía. Lo escuchaba con atención, sin dejar de mirarlo con sus ojos profundos y tristes, teniendo las manos entre las suyas y apretandolas levemente en las pausas, como alentandolo a seguir. 
- Y qué vas a hacer? Supongo que no podés escapar... 
Me miró, y sus ojos se cristalizaron en un instante.
- No... voy a quedarme con mis papás. Me necesitan, pasar tiempo con vos me enseñó que no vale la pena estar mal. Y nunca te agradecí como correspondía. Gracias. 
Me abrazó, nuevamente. Y esta vez fue él, el que me dio un beso. 
- Y eso? 
Pregunté.
- No sé. Supongo que vos me lo diste con un propósito, yo te lo devuelvo con otro. Quiero que seamos amigos.
Se puso de pie, y comenzó a caminar hacia la entrada. Yo me quedé sentado, quieto, tranquilo. 
- Venís?
Me preguntó mientras me ofrecía la mano para pararme. 
- Tengo algo que hacer antes. 
Lo vi alejarse, con un andar pausado que me daba risa. Estaba tranquilo, había encontrado la tranquilidad que había perdido semanas atrás. Solamente, me faltaba una cosa.
Marqué un numero en mi celular, y me atendió su casilla de mensajes.
- Hola, sí, te comunicaste conmigo... Ian. Dejá un mensaje si querés... lo más probable es que no lo escuche, o sino, dejá un mensaje o... señales de humo, no sé, chao.
- Hola amigo, sé que estás por acá, escuchandome. Y... te llamo para decirte que te dejo ir, y que te quiero y que... jamás pensé que todo esto iba a pasar. A veces me pongo a pensar que pensarías si me vieras así y, te imagino diciendo 'dejá de joder boludo, sos grande', mientras me pegás en la cabeza... y... nada, te quiero. Y te extraño, y espero que estés bien, te diría más cosas pero ya las sabés. Te-Para repetir el mensaje ingrese 1, para enviarlo ingrese 2, para borrarlo ingrese 3.
Sonreí, y sin dudas, apreté el 2. Me reía solo mirando el sol. Entró un mensaje de texto a mi casilla. 
- Llegué, no me vas a dar la bienvenida? 
Era Marie. Recorrió felicidad por mi cuerpo.
Entré a avisarles a los chicos que iba a buscar a Marie, que seguramente también se conmovería por la causa y vendría a darle apoyo moral a Nicolás. Él me dijo que vaya, que no me sienta obligado y que sabía lo preocupado que estaba por él, pero era cantado que iba a volver. Salí corriendo y sentí como la mochila que tenía cargada con piedras se fue alivianando con el transcurso de mis pasos. No me sentía feliz, pero me sentía aliviado. Sentía un peso menos, y no podía esperar a contarselo a ella. Me tomé nuevamente el colectivo y en mi celular sonaba 'Innocence' de Avril Lavigne. El destino siempre era oportuno con mi lista azarosa de reproducción.

Llegué a la puerta de mi edificio, ingresé la llave en la ranura y mi celular vibró. Era un mensaje de Nicolás...
- Murió.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Luciana

Necesité de toda mi concentración para no acelerarme y tirar la bandeja. No hacía mucho que había comenzado a trabajar en aquel restaurante, costaba acostumbrarme, más aun con mi torpeza, pero en estos tiempos difíciles era inevitable no trabajar para ayudar a mamá en mi situación económica.
Detrás de mi torpeza innata se escondía un complemento sumamente alterable que la magnificaba, se escondía bajo mi piel y podía llevarme hasta limites insospechados. Octavio.
Después de que el día anterior hubiesemos hablado, hubiera balbuceado y me hubiese puesto como una idiota, debía evitarlo a toda costa. Nunca había amado a nadie de esa manera, creo, o simplemente creo que jamás había amado a nadie más que él. Era frustrante que se adentrara en cada conexión que establecía con mi vida cotidiana, era inevitable alejarme de él, por ahora.
- Podés atender la mesa tres?
Mi jefe me sorprendía irrumpiendo en mis muy sumidos pensamientos. Debía admitir que era muy amable, o eso intentaba. Era alto, corpulento y tenía una sonrisa radiante. Era joven, reinaba por los veintitantos y estaba segura de que era de los que todas las noches compartían sabanas con mujeres distintas. Con mis demás compañeras no tenía un trato demasiado fluido y podía percibir que algunas no me toleraban, pero me daba igual.
Había sido una noche larga, plenamente larga. Lo único que deseaba era huir de ese sitio y encontrarme con Flor y los chicos para cenar, que de hecho, ya llegaba demasiado tarde. Tomé el bolso y mientras me acomodaba el pelo para salir, una voz me sorprendió.
- Que descanses.
Pensé que no había nadie a mis espaldas, pero Simón, mi jefe, tenía la habilidad para sorprenderme en los momentos menos esperados.
- Gracias, vos también.
Mi voz me sorprendió. A veces no entendía si era demasiado timida o demasiado boluda. Reinó un silencio absoluto mientras nos mirabamos y sonreíamos, hasta que sonó mi celular.
- Sí Flor, voy, yendo.
Como siempre, salir fue un alivio. Mis auriculares me relajaban del estrés sometido por toda la gente que avasallaba el lugar. Tras la busqueda de un taxi, me di cuenta que me estaban siguiendo desde algunas cuadras. Aceleré el paso y me enfoqué en no mirar hacia atrás, la calle era un desierto y el frío penetraba mis huesos. Lo único que anhelaba en aquel momento era sentir el placer de estar sentada en la parte trasera de un remo indicando mi destino.
Sin embargo, no todos los deseos se hacen realidad. Sumida entre el miedo y el rigor sentía como algunos pasos detrás de mi se hacían más notables, cuando de pronto me tomaron del brazo y grité, grité muy fuerte.
- Pará tonta, soy yo.
Como no podía ser obvio, bah, en realidad no era tan obvio. Su comportamiento no cambió, simplemente se le ocurrió volver. Yo, siempre dispuesta a recibirlo, no me quejé. Hasta qué reaccioné y hablé.
- Qué pasa Octavio?
Estabamos parados sobre la esquina de un semaforo, no pasaba nadie, y eso me asustaba más.
- Nada, quería hablar con vos. Yo sé que soy un boludo, pero esta vez es en serio, prometo cambiar. Voy a cambiar.
Nuevamente me miró atravesandome el alma con sus vacíos ojos verdes, porque unicamente sabían transmitirme eso, un vacío. No encontraba razones para descubrir porque aún seguía sintiendome completa cuando ese hombre (porque debíamos admitir que ya estabamos creciditos los dos) se me acercaba.
- No te creo Octavio, me está esperando Flor. Nos vemos después.
Aceleré el paso y me siguió nuevamente, gritandome y tomandome del brazo. Zamarreé lo máximo que pude pero no estaba dispuesto a dejarme ir. Y así, exactamente así era mi relación con él, sofocante, atrapante, era tan posesivo que incluso no soportaba que viera a Flor, me quería, sí, no lo dudaba, pero para él.
- Flaco, no entendés que te está diciendo que la soltés?
Me apreté los labios y miré para el otro lado de la calle. Una Eco Sport había estado estacionada en la esquina vecina desde que el hombre que decía amarme había comenzado nuevamente con sus berrinches, lo que más me sorprendió fue saber quién era el que se bajaba y se acercaba.
- Conocés a este salame?
La figura de Simón se acercaba cada vez más, y cuando notó la fuerza con la que mi ex novio sostenía mi brazo, sus rostro se transformó. Tomó a Octavio del cuello, y entre dientes le pidió que se alejara de mí, y alguna que otra palabra que no pude decifrar con facilidad. Octavio estaba pálido, se había quedado duro ante la posibilidad de que exista alguien que tuviese más autoridad sobre mí que él. Es que así me veía, me veía debil, absurda, esclava de sus chasquidos para cuando él necesite algo más que una simple compañía. De todas formas no sabía que era lo que quería en ese momento, pero me sentía bien por contar con la ayuda de alguien.
- Andá subiendo a la camioneta que ya voy Lu. Esperame adentro.
El auto cobró vida cuando pisó el pedal con bronca luego de despedirse de Octavio, con dos o tres palabras más. No decíamos nada, estabamos en silencio, porque me sentí... no sé como me sentí. Aquello no parecía real, en absoluto. Tenía pinta de ser la versión gotica de algún culebrón que pasaban por el canal nacional a las tres de la tarde.
- En serio ese flaco es tu ex Luciana? Perdón que me meta, pero estoy molesto, francamente no sé qué pensaste cuando lo conociste.
Suspiré, jadeé un poco mientras intentaba que se me venga una buena excusa hacia la mente, pero... nada.
- No me tenés que explicar nada igual, me molesta mucho. A dónde tenés que ir?
- A lo de Flor, mi amiga, queda por 2 y 47.
- Genial, te llevo. Que rico perfume que tenés...
Sonreí un poco, y después me aterré otro poco. No tenía la más minima idea en lo que me estaba metiendo, pero cuando él puso su mano derecha sobre la mía mientras sonaba la radio pude intuir que algo raro pasaba.
- La mano...
Mencioné mientras lo miraba. Y él seguía expectante mirando la calle, como un conductor prolijisimo.
- Qué tiene de malo?
Paramos justo en la puerta del edificio, no supe responder. Él lo hizo por mí.
- Yo creo que no tiene absolutamente nada de malo. Siempre me pareciste muy linda, a veces incluso se hace algo dificil laburar con vos dando vueltas.
Me sonrojé, pero luego me di cuenta que probablemente era un discurso que les dijo a la mitad de las chicas que vivían por la zona.
- Mirá, Simón, te agradezco lo de hoy, pero... sos mi jefe y yo te tengo un respeto muy-
No pude terminar. Ya me había tomado de los brazos y sus labios silenciaron los míos mientras me llevaba a una velocidad muy poco común hacia lo que podía ser un problema laboral.
- Basta! Gracias por traerme. Nos vemos el lunes.
Salí del auto y me mordí el labio, ante el dilema. Le toqué timbre a Flor, y minutos después ya estaba cruzando el umbral de su casa. Todos estaban ahí, Nacho, Nico, Juan, Paula, Nati y Flor.
Juan estaba sentado tomando mates con Nacho, mientras Nico hacía un boceto en un pequeño pedazo de servilleta, Natalia veía unas producciones de moda en la compu y Paula ayudaba a Flor a poner la mesa.
- Por qué tardaste tanto? Nacho hizo unas pizzas re zarpadas.
Me decía Juan mientras me hacía un lugar para sentarme.
- Hubo un... percance.
Me empecé a reir un poco nerviosa, Flor descubrió que algo mal andaba por mi titubeo al principio de la oración.
- Dale Lu, qué pasó?
De pronto tenía a seis personas a mi alrededor esperando a que les cuente mi historia. Cuando la di por finalizada, empezaron los reproches.
- Lu, vos no podés seguir atrapada con Octavio, perdoname que te diga, primero porque es un pavo, y segundo porque nunca corrés riesgos, nunca, nunca te animás a estar con otro flaco, media pila. Perdón que sea dura pero vos te arrastrás por el piso por ese idiota, y ya estoy cansada de que pase siempre lo mismo. Capaz que estaría bueno que corras riesgos, conocé a alguien más, qué sé yo.
En ese entonces Pau alzó la voz.
- Bueno sí, puede ser Lu que se te sea dificil olvidar a Octavio, pero quizás estaría bueno que le des una oportunidad a tu jefe, es raro, pero nadie dice que no sea bueno.
Nicolás alzó la vista del dibujo y mencionó.
- Para mí si es ex, es ex, dejate de joder Luciana. Sos re linda tenés que salir a bailar y dejarte de joder. Dale una oportunidad a este pibe, u hombre, lo que fuera, pero metele.
- Tenés foto?
Preguntó Nacho mientras servía la pizza en la mesa.
- No, no tengo. Bueno, voy a ver qué hago, pasa que es mi jefe chicos, no da. Ustedes qué onda? Qué cuentan?
 En ese momento Nicolás caminó hacia el baño con prisa. Se encerró, Nacho nos miró a todos y nos puso al tanto mientras contaba en voz baja.
- Sigue un poco sensible por lo de este chico, lo va a ver todos los días, pero no sé bien que le pasa. Es como si quisiera hacer que no pasa nada y salir y tomar, etc. Hay que dejarlo, es Nico, cuando quiera hablar, hablará...
Se abrió la puerta del baño y Nicolás salió bailando mientras caminaba hacia la mesa, tarareando alguna canción de Lady Gaga que yo desconocía.
- Y los amores?
Preguntó Nati mientras se alejaba de la compu para sentarse en la mesa.
- De mi parte- Decía Nacho- nada, aun nada. Hay algunos huesos de por ahí, pero, nada.
- Yo sigo un poco atrás de mi ex aun. -Contaba Juan- y el chico que me gusta no me da bola, se llama Ariel, así que nada, eso. Solari.
- Yo me veo con un chico de Roque Perez, Diego se llama. Y nada, eso, más que eso imposible.- Expresaba Flor.
- Por mi parte, sigo tratando de descubrir quien me mandó los zapatitos esos. Y nada, Nicolás Ghirimoldi me escribe, no lo quiero ilusionar... veremos.
Expresaba Nati, mientras nos miraba a todos. El unico que no se animó a contar fue Nicolás, que como todos sabemos, odiaba que nos preocuparamos por él. Comenzamos a comer, yo centraba mi atención en lo que había pasado con Simón y no estaba muy metida en las conversaciones que entablaban los chicos. De pronto, la voz de Nacho se exaltó.
- El finde que viene hay una fiesta. Quieren venir conmigo? Es la recibida de un amigo de la millonaria. Se hace el Pieres.
Todos asentimos, dijimos que si. Quería empezar a despejarme de lo que sería una semana bastante tensa.
Después de algun momento me di cuenta que todos esperaban que yo dijera algo. Pero eso quedó en la nada, no quería explicar más nada. Así que esperé a que pasara el tiempo y me fui a casa a dormir.
Estuve pensando en él toda la madrugada del lunes y aun así no entendía el por qué.
A la mañana siguiente la dediqué a hacer algunos tramites que tenía colgados, luego fui a cursar y finalmente me animé a cruzar por la puerta del restaurante después de pensar y revolotear lo que podría llegar a pasar a cada microsegundo que me lo topara.
No lo vi, no apareció. Me limité a hacer mi trabajo, e incluso agradecía al universo por no tener que toparmelo, hasta que bueno, apareció.
Había ingresado por la puerta del restaurante con una libreta en la mano, y con la otra sostenía su celular. Cuando me vio parada entre las mesas de la sala, sus ojos se transformaron en dos monedas de cincuenta centavos y parecía como si la sangre de su cuerpo había emergido hasta sus mejillas.
Le sonreí, de forma casual haciendo una pequeña mueca con mis labios, pero él no me correspondió. Me ignoró por completo y pasó por mi derecha agachando la mirada.
Cuando el lugar no tuvo demasiada demanda, me dirigí al deposito a hablar con él, claramente tenía que optar por no generar tensión en el ambiente, sino muy pronto empezarían a emerger las sospechas.
- Para qué viniste?
Me preguntaba él mientras seguía contando cajas y revisaba el celular.
- Para qué vine...
- Sí, para qué. Para algo viniste hasta acá, no?
- Me imagino que sí, vine a trabajar.
- Pero no se labura en un deposito, se labura afuera, sirviendo a la gente, etc. Ahí está tu laburo.
- Qué te pasa?
El silencio se hizo insoportable, siguió contando cajas e ignorandome por completo.
- Es por lo de anoche, no? Mirá si es por lo de anoche está todo...
- No. No pasa nada. Está todo bien, en serio. Andá a ayudar a las chicas a tomar pedidos, no sé.
Agaché mi cabeza, y estrujé mis manos haciendo crujir mis dedos. Salí por la puerta y continué atendiendo a la gente hasta que se hizo la hora de la partida.

Me tomé un bondi. Una buena canción para ilustrar lo que estaba pensando era ‘Big girls don’t cry’, de Fergie, para poder explicar con mayor facilidad, así me sentía en términos de dejar el laburo y por motivos absurdos como sentimientos desencontrados con mi jefe. 

Dejé el bondi unas cinco cuadras, y caminé hacia lo de Flor para pasar por un kiosco y comprar chocolates. Demás está decir que Flor me retó, para no decir que me cagó a pedos. 
- Nunca, pero nunca te dejes basurear por nadie amiga. A mi me gusta verte sonreir, entendés? Cuando lo vas a entender?
Sonreí, me estremecí y agradecí tener su compañía. Y me atreví a preguntar.
- Y Diego? 
- Que sí, que no, que sí que no, me tiene podrida. Estamos, pero nada serio, no sé. Yo hago la mía igual, él sabe que estoy con él, pero cuando estoy acá me veo con Gonza, o con Zacarías, así como yo sé que él allá está con otras.
- Y no te da cosa?
- Un poco, porque me gusta... pero, es lo que tenemos 'pactado' por así decirlo. Ya fue Lu, centremosnos en vos. Qué cenamos?

Y me quedé ahí, prácticamente toda la semana hasta que llegó el día.
Se hicieron las once de la noche del sábado y estábamos todos en lo de Juan por empezar la previa. Que de hecho, la empezamos antes de lo previsto.
Esta vez Juan había invitado a un amigo, se llamaba Agustín. Todo marchaba viento en popa. Nicolás y Paula coordinaban un juego extraño que no lograba entender para poder mamarnos más rápido vaya a saber con qué razón. Es decir, no es que no me guste emborracharme, lo he hecho, y créanme, que muchas veces. Pero… no siempre me pega bien.
Dos horas más tarde, todo era risa, no podía entender por qué no podía dejar de reír. Corría al baño a cada instante porque tenía miedo de que se me corra el maquillaje, sí, cosas de minita. Entre el Fernet y el Vodka, una rara agitación me ponía los ojos brillantes y los labios enrrojecidos. El pelo abundante me corría por toda la cara y sonreía sobre mi propia imagen.
En la hora media restante, rompimos cuatro vasos, vino una vecina a quejarse y partimos (como pudimos) a la fiesta del amigo de los chicos.
Nos bajamos del taxi, y todo aparentaba tranquilo, pero cuando nos abrió otro chico, igual de ebrio que nosotros y nos llevó a la terraza comprendí que no iba a ser una noche cualquiera, iba a ser una noche diferente.
Había muchísima gente, demasiada. Y con las chicas no conocíamos a ninguno. Bailamos y seguimos tomando hasta que en un momento me resvalé con mi propio zapato y caí al suelo. Me sonrojé, no me podía levantar. Nati me sentó en una silla y me pidió que me quede ahí, Flor hablaba con un chico al lado mío, muy lindo, que pude pesquisar que anotaba el numero telefonico de mi amiga, y Paula había ido al baño minutos antes, mientras que los chicos estaban por ahí. De pronto aparecieron Nacho y Agustín, el amigo de Juan.
- Chicos, quédense con ella que voy a buscar un vaso con mucha agua. No da más.
Los chicos asintieron y se quedaron parados al lado mío, me vigilaban, pero su graduación alcoholica no se diferenciaba mucho de la mía. Supongo que en su estado ambos debieron pensar que la capacidad de estar borracho y escuchar no iban de la mano, por lo menos para mí. Pero se equivocaban.

- Vamos a ir a dormir juntos? 

Le preguntaba Agustín mientras Nacho se sonrojaba y sonreía hacia abajo. Pero de pronto lo miró, y le respondió.
- No, ya te dije. No quiero ir.
- Pero dale, por favor. Vamos a dormir juntos.
- No, Agustín, basta. Cuidá a Luciana. Ya vengo.
Sin duda alguna, sabía que estaba sola, así que empecé a mirar a mi alrededor buscando una mirada complice. Pero no funcionó. Me puse de pie para ir a buscar a Flor y decirle que me iba, cuando resvalé de nuevo. Pero esta vez fue diferente, en dos zancadas estaba junto a alguien. Me tomó del brazo y sus dedos me apretaban como tenazas.

- Estás bien? 

Me preguntaban un par de ojos verdes penetrantes. Mientras yo hacía una pequeña mueca con la boca. Aunque no respondí, no podía reaccionar. Me inhibió mi vergüenza y el efecto del Vodka, o el Fernet, o la Cerveza, o el Vino, no sé.

- Estás bien? 

Volvió a preguntar más fuerte. Mientras miraba para todos lados para encontrar a alguien que me conociera, pero no tuvo éxito, mis amigos se habían olvidado de mí. Su pecho recibió de golpe mi cabeza y comencé a sollozar. Porque estaba cansada, triste y ebria. La peor combinación existente para una boba como yo.
- Vamos, te llevo a tu casa. Ando en el auto. Te juro que mis intenciones son buenas eh, tomá. Te dejo mi billetera, ahí está mi DNI, todo lo que necesites. Si me llego a desubicar, te la quedás.
En mi mano encajó su billetera a la perfección. Junto a eso, lo veía mover los labios, pero por supuesto que no entendía absolutamente nada. Su cara se movía. Y admito que estaba hipnotizada, estaba hipnotizada en esa cara movible, que pasaba de un color a otro, que abría y cerraba la boca dejando escapar palabras incomprensibles.Él también estaba ebrio, se notaba. Eran muy conmovedores sus ojos ardientes y humedos.
Como no le respondía, atravesó a la gente tomandome de la mano y llevandome detrás de él, empujando, golpeando, apartando. Hasta que nos golpeó en plena cara el aire helado.
No entendía nada. Hasta qué de pronto caí en la cuenta, a dónde iba? Estaba caminando con un desconocido. Apenas podía seguirlo, a dónde habían quedado los demás?
En el transcurso aprendí su nombre, me lo repetí cinco veces para no olvidarlo. Segundo. Segundo como el segundo hombre que quería aparecer para confundirme más de lo que estaba con Octavio. Ni siquiera entendía como llegaba a pensar todas esas cosas en el estado en el que estaba. Le dije mi nombre, y en fin. Llegamos a una esquina y pude ver sus ojos claridad. Eran poco usuales pero me recordaban a alguien, a un familiar, quizás. No lo sé, en ese momento solamente quería caer en mi cama y no despertar. 
- Bueno me voy, gracias por acompañarme, beso.
Le dije, mientras me miraba y me decía que no, que me calme. Que estaba muy mal y que tenía miedo de que me pasara algo, que pronto llegaríamos al auto. Me quise escapar, dos o tres veces y no pude, a la ultima reaccioné. 
- Dejame loco, dejame. Te dije que me dejes.
Se detuvo de golpe y me apoyó contra un muro. Empecé a balbusear con la cabeza baja, y tratando de zafarme de esos brazos que formaban una barrera a mis costados, expresé.
- Soltame, qué hacés? Basta. Sacá los brazos.
No quería mirarlo. Él buscaba mi mirada y me respondió.
- Cómo qué hago? No me quiero zarpar, pero te quiero dar un beso.
Movía la cabeza y hacía un esfuerzo por no escuchar esa voz.
- No quiero... no quiero. 
- Mirame.
- No. 
- Mirame... mirame y decime que no querés que te de un beso.
No quería mirarlo, no quería. Hasta que me mató la curiosidad y lo hice. Y sí, me caí nuevamente en el color de ojos. Qué vulnerabilidad de mierda tenía cuando me ponía en pedo. Resistí.
- No quiero... que me beses.
Su mano soltó mi cara. Y las barreras se habían desvanecido.
- Ahora decime que me vaya.
Era fácil. Una vez que se fuera me tomaría un taxi y sería libre de sus ojos fijos, de su cara 'horrible' y podría ir a dormir. Me sentía muy cansada. Quería estar de nuevo en mi cama, abrigada con frazadas calientes.Una vez que se fuera dejaría de mirarme. Sí, definitivamente quería que se fuera. Y era fácil decirlo. 
- Andate. 
Sus ojos se enloquecieron un momento, o eso parecía. Dejó caer los brazos y quedó en frente mío casi tocandome. Después con calma, metió las manos en los bolsillos y empezó a caminar. 
Ni me moví, quedé contra la pared, paralizada.
- Acá estás boluda, nos re preocupamos. Flor te estaba llamando, tu celular? 
Había aparecido Nacho junto a Agustín, parecían lúcidos... parecían.
- No sé, lo perdí. 
- Qué hacés contra esta pared? 
- Nada, un flaco quiso estar conmigo y le dije que no, que se vaya... que... no sé. 
- Y por qué?
Preguntó Agustín.
- Ah, hola. Em, no sé. Porque sí, no sé. Posta que no sé. 
En ese momento mi cabeza hizo un giro de 90 grados. Por qué? Por qué lo había hecho? Se me vinieron a la cabeza todas las veces que Flor me decía 'Vos no corrés riesgos Lu'. Y es verdad, no los corro. Así que eso fue lo que hice, corrí. 
-¡Chabón!
En ese momento no me acordé el nombre. El grito perforó la calle gris y desierta. Apenas me obedecían las piernas, jadeaba.Seguía corriendo como podía. 
Él esperaba, y cuando estuve cerca abrió los brazos. Caí vencida sobre su pecho, me abrazó. Y se sentía muy bien. Nos quedamos mirando cinco segundos y luego esbozamos una sonrisa. Me besó. No recuerdo muy bien como se sintió, así que no voy a chamuyar de que fue uno de esos besos mágicos y blablabla. 
Me puso su campera negra y rodeó mi cuerpo con sus brazos. Caminamos juntos hasta la puerta del auto y escuchamos.
- Eu, nos llevan?
Nacho gritaba desde la puerta del lugar. Segundo no tuvo problemas.
Nacho y Agustín tonteaban en la parte trasera, mientras nosotros nos reíamos de su estado de ebriedad.
- Vos me encaraste a mí eh.
- Yo? No, vos me encaraste a mí. 
- No, vos.
Segundo reía, y me miraba. En los semaforos pasaba su mano por mi mejilla y seguía manejando mientras seguíamos escuchando conversaciones en la parte trasera, de esa indole. 
- Llevanos a mi casa, eeem, Sergio, no? Sí, es en 6 y 66.
- Re yeta el numero. 
- Callate.
Continuamos riendonos. Y una vez que dejamos a los chicos en la casa de Nacho, nosotros tomamos otro destino. Él vivía con el hermano que era más grande, y yo no me animaba a llevar a un desconocido a casa. Asíque fuimos al bosque y nos quedamos chapando ahí hasta que se hizo de día. Pasaron cosas, nos desvestimos, nos dejamos llevar por la 'pasión', pero no garchamos. Yo no me sentía bien y él como buen caballero lo comprendió.
Quisimos arrancar el auto, para que me lleve a casa y la buena suerte (una vez más, casual en mí), no nos acompañó. No arrancaba, estuvimos media hora esperando para que pudiera arrancar, y nada. Y era sabado, asíque ningún taxi respondía a nuestro llamado. Estabamos lejos. 
- Voy a llamar a mi hermano para que nos venga a buscar. Te parece? No hay otra forma.
- Sí, dale, no hay drama. 
Nos metimos al auto por el frío y seguimos besandonos. Los vidrios estaban empañados, nos enteramos que había llegado el hermano porque golpeó la ventanilla para que Segundo le abra. Y ahí fue cuando mi mundo se cayó y me bajó el pedo que tenía de un tirón.
- Luciana, qué gusto saber que mi hermano estaba en buena compañía. 
Simón, de hecho sí, la suerte podía empeorar. Minutos más tarde estaba en un auto con dos flacos que me habían movido el piso en una misma semana. Demás está decir que el silencio fue incomodo y que no me animé a ir a trabajar el Lunes. Segundo había conseguido mi numero por Simón, que simulaba no importarle lo que había pasado, y yo seguía sin responderle. Ahora solamente, restaba esperar. Esperar para ser echada, esperar para confundirme, esperar a que volviese con Octavio, por temor. Por miedo a mi misma.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Nicolás

- Nacho! Dale, poné la olla, hacete unos fideos!
Le gritaba a Nacho después de despertarme a las cinco de la tarde tras la noche anterior.
Nacho sonrió y caminó hacia mí mientras reía, a medida que pasaban las fotos desde su celular fui recordando la noche por pequeños flashbacks.
- Siento como si no tuviera voz, hacelo vos, por fa.
Me levanté a duras penas, y comencé a hacer fideos. Mi cabeza daba tantas vueltas que los fideos se me pegaron y rompí dos vasos en menos de tres segundos, claro en mí, no por nada me decían 'la tarada'. Claramente Nacho tomó el dominio de la situación y prosiguió él, algo común en nuestros días. Mientras almorza-merendabamos Nacho por fin abrió la boca para decir más de dos palabras.
- Che, son piolas esos chicos no? Los que conocimos en Hogan's.
- Sí, qué se yo, no los conozco mucho, a Juan lo conocí por chat una vuelta y pegamos onda, pasiva como ella sola.
- Ay no seas malo!
- La otra chica divina, me dio una cosita toda chiquitita ahí parada obvio que le dijimos que venga, NI pedo igual tenía, raro que después se halla ido no? sabés qué? llegaba a conseguir chongo yo, no sé, no me veías más eh, lo secuestraba, una sequía querido...
Nacho soltó una risa y prosiguió.
- Les podriamos decir de hacer algo un día de estos.
- Hagamos algo hoy! Ahí le hablo a la Moyano.
Nacho escupió un fideo mientras esbozaba una sonrisa.
- LA Moyano? Ya le pusiste así?
- Sh.
En pocos minutos habíamos quedado para juntarnos esa noche a tomar algo con Juan y esta chica Natalia. Me tiré un rato mientras observaba el techo y pensaba que depararía el año para mí, no me daba ni una idea. Vi pasar los minutos en mi celular mientras escuchaba un poco de musica, cuando de pronto me di cuenta de lo inevitable.
- Nacho son las ocho! Los vodka!
Él, que recién salia de ducharse me preguntó.
- ¿Otra vez Vodka? Bueno, querés ir a comprar acá a 1? Yo tengo el pelo mojado.
Sin dudas me puse los auriculares y empecé a caminar ensimismado en mi propio mundo. En el camino empecé a analizar el uso de teorías utilitarias y en qué quizás no estaban tan erradas. Decidí que mis amistades iban a ser mayoritariamente por conveniencia. Que necesitaba rodearme de gente que me servía para tal y tal cosa, y en caso de que no lo hiciera, lo consideraria un estorbo. De ahi comenzaba mi desconfianza a la gente, me jactaba de mis decisiones y cualquiera que me preguntaba les respondia que me juntaba con tal persona simplemente porque la necesitaba.
Pero era ficción, pura mentira. Soy la persona más aferrada a los sentimientos que existe. Necesito de amigos, de familia, de perros, incluso sigo con la esperanza de encontrar a ese alguien que me quiera. Pero harto de sufrir, sin duda, esta es la imagen que por el momento, pretendo demostrar de mí, aunque no me lo crea ni un segundo.
Entré al mercado y era un mundo de gente, aun así salí victorioso con mis dos botellas de vodka en la mano. Cuando salía de aquel local tan oscuro que parecia que daba miedo, me topé con una persona e hizo que se me cayera una botella de vodka.
- Vos sos tarado? Me acabás de tirar la botella de Vodka!
Cuando lo miré a los ojos, lo descubrí, lo tenia visto de algún pero aun así no descubría de donde. No me importó, estaba muy enojado.
- Perdoname eu, no te enojes. Si querés te compro otro. No hay drama.
Comencé a caminar y decidí ignorarlo, que imbécil. Detestaba la gente así, sobre todas las cosas Nacho se iba a enojar muchisimo por mi hazaña.
Comenzó a seguirme, por lo que me hizo enojar más y alterar a toda la cuadra.
- Basta flaco, pará de seguirme. Tomatelá! Te las mandaste y no, no quiero que me pagues la botella, borrate.
Se me paró frente a mi y me impedía el paso, mientras me dedicaba una sonrisa burlona que me hacía alterar más, me hervía la sangre y mi instito asesino estaba dispuesto a salir cuanto antes. Antes de que pudiese decir A, me interrumpió.
- Yo te conozco a vos, vos solés ir a Hogan's.
- Y a vos que te importa? Rajá de acá loco, andate. Chau.
Seguí caminando, y me gritó.
- Al menos decime tu nombre!
Me le acerqué lentamente y se lo dije. Solamente para que me dejara tranquilo y me evitara la verguenza. Aun recuerdo como era, tenía ojeras malvas alrededor de sus ojos, tenía un color de pelo cobrizo desordenado, y francamente tenia que admitir que tenia una sonrisa muy linda.
- Me dejás acompañarte? Te pago el Vodka, en serio.
- Vivo a unas pocas cuadras igual, asíque me da igual.
Era muy raro que no me hiciese el indiferente ante estas situaciones, cuando le contara a Nacho se reiria muchisimo. Era simpático, y no era feo. Pero un Vodka era un Vodka, aunque se ofreció a pagarlo reiteradas veces mi orgullo era mucho más grande. Se llamaba Santino, vivía en La Plata desde que era muy chico con sus familia y estudiaba Artes Plasticas. Tenía 19 años y era gay. Me sorprendió no haberlo visto muy seguido en Hogan's, y cuando se lo pregunté me respondió que no lo frecuentaba muy a menudo pero que sin dudas me tenía de ahí y que más de una vez había pensado en invitarme un trago. Obviamente me pareció un chamuyo. Cuando ibamos llegando a mitad de cuadra, revisó el bolsillo y me preguntó.
- Querés que arme uno?
Le dediqué mi más fria cara de odio, antes de decirle que no fumaba, que me parecía patetico y que jamás lo iba a hacer.
- Ni por razones mayores?
No lo entendí, pero aun así mi posición seguía firme.
- Ni por razones mayores. Acá vive mi amigo, me voy.
Le di la espalda y comencé a abrir la puerta del edificio de 6 y 66.
- Me pasás mi numero? Dale aflojá, por favor. Quiero que... seamos amigos.
- Seguro?
- Sí, si es que me lo permitís, obvio.
Sonreí, le pasé el numero y lo despedí con un beso en la mejilla. No sé muy bien que me había pasado, en el ascensor iba debatiendome conmigo mismo si había parecido lindo o no, porque claramente percibí que entre ambos había una tensión sexual inexplicable.
Cuando le conté a Nacho rio y mientras me daba palmas en la espalda me retó.
- Después te quejás de que no tenés a nadie y mirá las cosas que te pasan en un supermercado! Dejate de joder, entrale.
Pasamos el resto de las horas escuchando musica y cuando se hicieron las once de la noche, partimos rumbo a la casa de Juan. El edificio quedaba en 2 y 47, se notaba que era uno de esos edificios antiguos que permanecían estables desde hace varios años. Bajó a abrirnos con unas alpargatas en forma de oso, y cuando entramos al departamento, además de estar Natalia, la morocha de ojos achinados que nos encontramos la noche pasada, también había una chica rubia con unos ojos increiblemente verdes, blanca como la nieve y con una simpatía muy inocente.
- Hola, yo soy Flor! La vecina, jaja. Me colé porque Juan me invitó. Ustedes como se llaman?
Aunque no era de confiar en las personas a primera instancia, esa chica me transmitió felicidad, pegamos buena onda apenas entré al departamento y minutos más tarde ya estabamos hablando de todo. Desde las once a las dos de la mañana empezamos a hablar de absolutamente todo, Florencia era de Roque Pérez pero estudiaba en La Plata, Juan era de Viedma, y Natalia era platense, que debo admitir que también fue raro encontrar a una platense que me cayera bien. Nacho se habló todo, y se tomó todo, con Juan hablaron varias horas porque daba la casualidad de que un chico que tenía onda con Nacho en el pasado, era amigo de él. Aunque no tan amigo, pero eso lo descubriría él más tarde. Fue una noche muy linda, aunque me sorprendió un mensaje a las 3 de la mañana, de un numero desconocido a mi Whatsapp preguntandome si dormía.
- Quién es?
Preguntó Nacho. Le comenté que era el chico que había conocido en el supermercado y allí fue cuando me atreví a contarles a los demás lo que pasó. Comenzamos a hablar con Santino, y me preguntó si quería ir a a dar una vuelta con él en el auto, no me animaba. Por más de que en diversas situaciones sea muy extrovertido, con los chicos era tema aparte. Meses anteriores me había enamorado de un chico que vivía en Capital Federal y él me estrujó el corazón, por ese mismo motivo decidí jamás entregarme a nadie sin tantear terreno firme antes.
- Andá Nico dale, la vas a pasar de diez!
Flor y Nati me alentaban como si las conociera de toda la vida. Me encariñé muchisimo en las pocas horas que había estado ahí, jamás me había pasado con nadie.
- De ultima si pasa algo nos mandás un Whatsapp. Pero andá dale!
Me dijo Juan mientras los demás asentían dandome su consentimiento.
Le dije que sí, y minutos más tarde estaba tocando bocina. Me carcomían los nervios, no lo conocía y había hablado muy poco con él. Juan bajó a abrirme, me deseó suerte mientras me esperaba un Corsa color Shampagne del otro lado de la calle. Dimos muchas vueltas por la ciudad, pero a él se le ocurrió ir al bosque y mirar las estrellas. Lo que acrecentaba a un más mi miedo.
- Che y nunca tuviste novio?
Le pregunté mientras buscaba sus ojos, ya que la sombra de los arboles oscurecían su cara.
- No, corté hace un par de semanas.
- Y por qué?
- Porque no se decidía que hacer de su vida, no sabe nada de nada.
- Y como estás?
No suelo preguntar como estás, nunca, jamás. Porque nunca se me dio muy bien dejar que los demás se preocupen por mí, por lo tanto, no veo en mí la capacidad de preocuparme por los demás. Pero esta vez era diferente, veía algo raro en sus ojos, veía pesar.
- No estoy mal. No estaba super enamorado, nos divertiamos, la pasabamos bien, pero fue.
- Nueve de cada mil flacos terminan diciendome 'la pasabamos bien, pero'. Mientras reía.
- La pasabamos bien en todo sentido, no solo en el que pensás, pavo. Sexo podés tener con cualquiera, pero no vas a sentir con cualquiera.
- Tenés razón...
Le dije mientras miraba el brillo de la luna. Cuando volví a mirarlo metió la mano en su bolsillo y sacó nuevamente la bolsa que había sacado en la puerta de la casa de Nacho.
- Otra vez vas a armar? No te cansa estar asi todo el día?
El lanzó una carcajada y me miró fijo, atento, unos tres segundos. Yo agaché la mirada.
- No seas pavo, ya te dije que lo hago por razones mayores. Vos no entendés nada che.
Comenzó a darle unas pitadas y yo revisaba mi celular para pasar desapercibido. Mantenía a los chicos al tanto mientras él me hablaba. En un momento, mientras miraba el cielo de aquella noche, sentí que me perforaba con la mirada. Giré y me encontré sus ojos serios y fijos en mí. Se acercó y me dio un beso, el más dulce que recuerdo.
Y así continuamos viendonos por semanas. Conocí la casa de sus papás, si bien me había dicho que vivía en La Plata con ellos desde que era chico, por alguna razón decidieron darle un departamento propio. No entendia mucho, había cierta complicidad en todo, sus padres parecían ignorar que su hijo estaba drogado todo el día e incluso había fotos en su casa de un supuesto hermano que jamás oí mencionar.
Hacíamos muchas cosas juntos, conocí a uno de sus pocos amigos, y hasta ahí. Santino era muy reservado, pero reiteradas veces él se había prendido a salir con 'La Partu', así le habíamos puesto al grupo compuesto por Juan, Natalia, Flor, Nacho y yo, y no solamente nosotros, en poco tiempo se habían sumado dos amigas de Flor, Paula y Luciana. Él le caía bien a todo el mundo, irradiaba alegría todo el tiempo. Todo pintaba bien, ya me había convencido de que era el indicado, además de que se demostraba sumamente respetuoso y no inducia ideas extrañas para querer llevarme a la cama. Pero esa noche fue todo distinto.
Llegamos a su departamento y abrimos un vino. Prolijisimo, como si no hubiese nadie adentro. Estaba compuesto por sillas de roble, computadora, televisor, futón, cocina separada, baño, habitación y un balcón.
- Nunca te pregunté esto por miedo, pero por qué no vivís con tus viejos y te pagan un alquiler?
Se generó un silencio incomodo, y mientras me servía vino en una copa, me respondió entre dientes.
- Digamos que son muy generosos.
Se acercó a mi trayendome la copa, compartimos un par de miradas, me paré en el balcón y contemplé la ciudad. Cuando giré estaba él, sorprendiendome como de costumbre.
Se acercó despacio hasta mí y me dio un beso que me hizo acelerar el corazón.
- Nico, querés ser mi novio?
Lo miré a los ojos y me di cuenta que era muy sincero. Y que él compartía tanto como yo que existían razones mucho más profundas que el sexo para poder establecer una relación. De otra forma no me hubiese esperado tanto tiempo. Ahí fue cuando las palabras viajaron por mi boca de forma instantanea.
- Sí.
Sonrió con aquellos ojos achinados bajo el efecto de la marihuana, y me besó, y aquel beso se fue transformando en algo mutuo que nos hizo aparecer magicamente en su habitación, me quitó la remera con una suavidad casi desconocida para mí. Fue todo muy sincero, muy espontaneo. Cuando quisimos acordar veíamos el amanecer asomarse desde la ventana.
Desayunanos y nos despedimos juntos, él tenía que hacer una entrega ese día y ni siquiera había comenzado.
Pasados dos días, no volví a recibir noticias de él. Los chicos me decían que me tranquilice, pero de pasar a hablarnos todos los días inevitablemente a toda hora, a practicamente nada, me desesperaba. Algo muy fuerte estaba pasando dentro mío, un sentimiento de desesperación, de abandono. Quizás no me estaba abandonando, pero en cada uno de los 'vistos' que me dejaba ver, yo lograba decodificar la misma frase 'me estoy alejando de vos de a poquito, y cuando termines de abrir los ojos no voy a volver a estar'. Me juntaba con Los Partu todas las tardes, me calmaban, me tranquilizaban pero aun así, si me quería dejar, yo tenía que corroborarlo por mis propios medios. No me bastaba la idea de pensar que fui juguete de una noche y nada más, no con él. Por eso mismo decidí llamar a Sandra, su mamá.
- Hola Sandra, perdón que te moleste. Pero Santi no responde mis llamadas ni mis mensajes, me podrías pasar con él?
Se escuchó un silencio estremecedor del otro lado.
- Sos un caradura... hace dos días no aparecés, como te atrevés? si supuestamente lo querés, por qué no estás acá con nosotros a ver?
Me sorprendí y no entendía que estaba pasando, me asusté, se me cerró el pecho. Cuando Sandra me dijo que estaba internado en el Hospital Italiano corrí, los chicos se ofrecieron a acompañarme, pero solamente opté que Natalia me acompañe porque no conocía bien la ciudad y como ella era platense, facilitaba las cosas. Lloraba, mi nueva amiga me tranquilizaba con abrazos en el micro, pero aun así era inexplicable el miedo que corría por mis venas.
Llegamos, entré hasta la habitación 17 que me había indicado Sandra por telefono. La abracé, ella se notaba preocupada, y luego de pedirme disculpas me secó las lagrimas mientras espiaba por la ranura de la puerta. El llanto desgarrador fue cuando los padres me contaron toda la verdad, y no pude resistir las ganas de salir a fumarme un cigarrillo entre esa mezcla de desesperación y ansiedad.
Pasaron dos horas y nos dijeron que estaba despierto, primero pasaron sus viejos y luego me dejaron pasar a mí. Fue una de los tantos recuerdos que sigo albergando en mi memoria. Él vestido de blanco, postrado en aquella cama que solamente me daba indicios e ideas de que todo estaba sumamente mal.
- Perdoname...
Susurraba. A mi se me seguían cayendo las lágrimas mientras le agarraba la mano en aquella sala tan fría. Estaba más pálido que de costumbre, movía su mano con debilidad. Yo no podía decir nada, simplemente lo miraba.
- Ahora entendés no? Ahora te cierra todo? Perdoname...
- No hables. Descansá.
Le pedí mientras le ponía un dedo en su boca.
Santino tenía Cancer de pancreas, se rehusaba a hacerse las quimioterapias y su situación estaba delicada. Sus papás permitían que consuma marihuana porque de esa manera le calmaba un poco el dolor, así como también respondieron ante el pedido de Santino al querer ir a vivir solo, ya que él no quería sentirse una molestia en la casa de sus papás.
Nos quedamos mirando unos segundos, y después de un respiro profundo me confesó.
- No te dije nada porque quería que me quisieras como soy. No fue mi intención hacerte mal, igual está todo bien, la semana que viene arranco con las quimio, no te preocupes por mí. Te amo.
Era muy dificil para alguien como yo no preocuparse por aquella situación. Aunque aun así, lo hecho estaba hecho, lo amaba, lo quería muchisimo y sentía que tenía que estar con él en todas las circunstancias. No podía permitirme estar alejado de él. Pasaron dos semanas y notaba mejoras.
Debo admitir de que además de que Abogacía no me gustaba, ahora tenía otro motivo por el cual dejarla. Santino. Mis papás lo entendieron y aun así decidí estar con él siempre. Él no tuvo inconvenientes en que yo me quedara en su casa.
Por ahora, solo restaba esperar.